10 dic 2008

El movimiento de los trabajadores debe mantenerse clasista, independiente y combativo

Superar la dispersión, quebrar la sujeción que las burocracias sindicales y los partidos reformistas ejercen sobre el movimiento de masas, combatir el oportunismo, abandonar el sectarismo y construir un verdadero partido marxista, son tareas que la emergente vanguardia proletaria necesita asumir.

Sin embargo, son escasos los grupos u organizaciones que declarándose clasistas, socialistas y hasta comunistas, no bailan al son que toca la vieja burocracia coaligada con la fracción nacionalista de la burguesía. Sacrificando la línea de clase que debería constituir la piedra angular de su política, negando la necesidad de construir un Partido Revolucionario que conduzca al Proletariado hacia su emancipación definitiva.

De los despojos del revisionismo stalinista nada podemos esperar, su dependencia de la burguesía y su Estado sólo puede ser combatida. Por lo que la voz de alerta va dirigida a hacia las jóvenes militancias, cuyo potencial se desperdicia gracias a las seniles dirigencias empeñadas en transitar una y otra vez por el rumbo colaboracionista.

El discurso reformista apunta a mostrarse como contestatario y polarizador. De hecho, la polarización política es imprescindible y además inevitable, pero no entorno a modelos económicos dentro del marco capitalista, sino entre dos sistemas internacionales que se excluyen por definición: el capitalismo y el socialismo. El reformismo pretende desorientar a las masas y convencerlas de que la contienda se da entre un modelo neoliberal, salvaje y depredador, y otro verdaderamente “democrático” y “participativo”. Por el contrario, para todo revolucionario la polarización responde a los intereses de clase de la enorme masa trabajadora, en choque frontal con los intereses de los distintos sectores de la burguesía, parásita y minoritaria.

Los “socialistas” capituladores postulan que es en un frente de conciliación de clases donde debemos confluir todos los opositores al Imperialismo y a su modelo neoliberal, conformando un movimiento para una suerte de “reingeniería” del Estado Burgués, que lo convierta en expresión sublime de una democracia participativa. Así supuestamente avanzaríamos en la lucha por nuestros objetivos de clase. Pero todo esto no es más que una ilusión que desorienta completamente al movimiento obrero y popular, obligándolo a asumir posiciones que lo conducen a la derrota.

En lugar de combatir a la clase dominante con una política de frente único proletario, las direcciones de la CGTP, la CUT y los partidos reformistas, han creado la Coordinadora Político Social (CPS). Está claro que la CPS nace con el único propósito de que la burocracia le imponga a las masas una política de colaboración con la burguesía. Este organismo busca encumbrar como líder electorero al reaccionario Comandante Ollanta Humala, colocándolo sobre la cresta de las crecientes movilizaciones populares. El juego es sencillo: llamar a la “unidad” y contar para las contiendas del 2010 y 2011 con un bloque de “hermandad” antineoliberal. Por tanto, a la CPS debemos verla como es: un aparato pre - electoral que progresivamente irá extendiendo sus tentáculos hacia cualquier espacio opositor al gobierno, burgués o no, con el fin de anexarlo a sus propósitos, tal como ya sucedió con la primera reunión de la Asamblea Nacional de los Pueblos (ANP) donde la vedette de la fiesta fue sin duda el “líder” - candidato, quien abrió esa farsa conciliadora con su acostumbrada perorata.

A pesar de esa unanimidad antineoliberal para la reforma y la supervivencia del Estado burgués, al interior de estos aparatos jamás encontraremos consensos coherentes, pues los intereses particulares de sus componentes se expresan en sectarismos incurables y rencillas desleales. Lo cual reviste mayor gravedad si consideramos que esto podría arrastrar a la joven generación que por el momento tiene como único referente político a los aparatos revisionistas, o a otros remanentes que ellos dejaron desperdigados por el camino.

Como indicador de este riesgo tenemos la convocatoria a la movilización anti-APEC del 22 de noviembre, donde los grupos juveniles convocantes han sido abandonados por las direcciones sindicales que desmovilizan a las bases trabajadoras, pero sin embargo el concierto preparado para la ocasión ha terminado absorbido como parte del mitin de la CPS del viernes 21. En adición, quienes editamos la revista Tribuna Clasista - y otros grupos también - hemos sido incluidos en la propaganda de convocatoria a la movilización del sábado 22, no habiéndola suscrito, mientras algunas organizaciones de la CPS aparecen firmando por partida doble o triple. La persistencia de este tipo de métodos stalinistas es una pésima experiencia para los nuevos activistas del movimiento popular.

No convocamos oportunistamente a ningún acto con el Partido Nacionalista burgués y su alianza con la traidora burocracia reformista (CPS). Nos ratificamos en la lucha por la formación de asambleas populares y órganos de autodefensa de masas, por la construcción de un partido revolucionario de todos los trabajadores, por un programa revolucionario para forjar el poder del proletariado y por la huelga general indefinida para materializar ese poder.


21 de noviembre de 2008

Revista Tribuna Clasista
tribuna_clasista@yahoo.es

8 oct 2008

En defensa de la Revolución Cubana

“El capitalismo se ha sobrevivido a sí mismo como sistema mundial. Ha dejado de cumplir su misión esencial, el incremento del poder y el bienestar humano. La humanidad no puede permanecer en el nivel que ha alcanzado. Sólo un poderoso incremento en las fuerzas productivas y una organización de la producción y la distribución racional y planificada, esto es, socialista, puede asegurar a la humanidad -a toda la humanidad- un nivel de vida decente y al mismo tiempo darle el precioso sentimiento de libertad con respecto a su propia economía. Libertad en dos sentidos -primero que nada, el hombre no estará más obligado a dedicar la mayor parte de su vida al trabajo físico. Segundo, ya no será más dependiente de las leyes del mercado…”
(León Trotsky, En defensa de la Revolución Rusa, 1932)

La economía capitalista estableció dos clases sociales primordiales: la burguesía y el proletariado, con intereses profundamente distintos e irreconciliables. Ambas clases, la que posee los medios de producción y la que produce mientras vende su trabajo, tienen que crear un estado para gobernar y ver por sus intereses, se crean así la dictadura de la burocracia o la dictadura del proletariado, una ha conducido al imperialismo, la otra debería ser “un puente entre la sociedad burguesa y el socialismo. Su esencia misma le confiere un carácter temporal. El Estado que realiza la dictadura tiene como tarea derivada, pero absolutamente primordial, la de preparar su propia abolición. El grado de ejecución de esta tarea “derivada” verifica en cierto sentido el éxito con que se ha llevado a cabo la idea básica: la construcción de una sociedad sin clases y sin contradicciones materiales. El burocratismo y la armonía social están en proporción inversa el uno de la otra.” (León Trotsky, La revolución traicionada, 1936). Bajo el disfraz de “democracia”, la mayoría de países del mundo está bajo el yugo de la dictadura de la burguesía, pero aun un cuarto de la población mundial vive bajo la dictadura del proletariado, en China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba.

En Enero de 1959 una guerrilla dirigida por el Movimiento 26 de Julio liderado por Fidel Castro triunfó en Cuba. Este levantamiento popular depuso al gobierno del dictador Fulgencio Batista, títere de EEUU. Para 1962 la burguesía en su mayoría había sido expropiada y las inversiones extranjeras nacionalizadas. Ante la migración de la burguesía y con los elementos de oposición siendo reprimidos, los comandantes del Ejército Rebelde, intelectuales pequeño-burgueses, quedaban aislados en el poder. El carácter del estado había cambiado: se formaba un estado obrero burocráticamente deformado.

Fidel Castro no tenía la intención de llegar tan lejos. Su programa político condensado en el “Manifiesto de la Sierra Maestra” de 1957 solo contenía reformas que no alterarían el orden capitalista. Pero las actitudes de Eisenhower y luego los ataques de la administración Kennedy, incluyendo la invasión de la Bahía de Cochinos -Playa Girón-, fueron empujando al nuevo gobierno a mayores nacionalizaciones que exterminarían a la burguesía como clase. Cuba se convertía en un estado obrero deformado, pero no solo por la victoria del M-26 de Julio, la existencia de la Unión Soviética proveía un aliado, una ayuda y un modelo. Al mismo tiempo, la inexistencia de un proletariado organizado que sea un candidato al poder, hizo las cosas factibles para el establecimiento de la burocracia castrista. El Partido Socialista Popular (PSP) había claudicado al capitalismo, renegando ante la intentona de Castro por tomar el Cuartel de Moncada en 1953 y llamando a “elecciones democráticas” en 1958. Entonces, no se puede ver los resultados de la Revolución Cubana como consecuencia de un programa marxista llevado a cabo por Castro y su guerrilla, sino como efecto de un conjunto de circunstancias excepcionales en la historia.

Cuba y la Unión Soviética
Durante la época del apoyo de la Unión Soviética el nivel de vida del cubano era mucho mejor al actual. Hasta se derrochaba y se formó, como afirman algunos, una conciencia de la abundancia, llegando al descuido absoluto. Ejemplo son los medios de transporte y la maquinaria industrial.
La URSS no solo compraba azúcar, café y tabaco por encima del precio en el mercado, también exportaba muchas cosas a la isla con precios subvencionados. En los 80s el intercambio con la URSS significaba el 36 por ciento del ingreso nacional cubano. El poder adquisitivo de la población era varias veces mayor al actual. El turismo era restringido para los extranjeros pues no había la necesidad de explotar esa industria, con ello también el gobierno prevenía “invasiones ideológicas”. Los cubanos podían ir a sus hoteles, comprar sin restricciones y había mayor apoyo estatal en los servicios básicos.
La Unión Soviética colapsa a inicios de los 90s después de una degeneración que venía desde 1924 con Stalin, el Estado obrero soviético se degeneró en una burocracia que dejó de promover revoluciones en países industrializados e hizo totalmente lo contrario, las traicionó. De manera similar que en Cuba, la URSS logró mucho después de desterrar la economía capitalista de su territorio, pudiendo incluso enviar al primer hombre al espacio, brindar educación, techo y sistemas de salud gratuitos a todo ciudadano y ser contraparte al desenfrenado avance imperialista de occidente. Pero sin una industrialización al nivel de los países desarrollados se le hace muy difícil competir en el mercado y termina sucumbiendo a las presiones externas e internas.

El gobierno cubano declara el “Periodo Especial” en 1991 cuando la Unión Soviética deja de ayudar. A pesar de que la peor época fue la de inicios de los 90s, la economía cubana aun no se recupera. Las “reformas de mercado” causaron una dolarización de la economía que el estado intentó controlar creando una moneda paralela: el Peso Convertible (CUC), también conocido como “divisa”, esto ha degenerado en mayores diferencias sociales. El gobierno ha intentado disminuir la inversión privada por medio de pactos con China y Venezuela, pero aun así, el común de los cubanos tiene que recurrir muchas veces al mercado negro para procurarse de productos y para generarse ingresos extras.

Los problemas económicos y la distracción popular
El Peso Convertible (CUC) es paralelo al Dólar. Así: 1 CUC = 24 pesos cubanos (CUP) = $US 1.20
Los cubanos ganan entre 240 y 600 Pesos Cubanos (10 a 25 CUC) al mes. Con este ingreso mensual, los cubanos no podrían ir a las tiendas o negocios que ofrecen servicios y/o productos en “divisa”. Entonces ¿cómo hay largas colas para las tiendas, para los restaurantes o para lugares donde venden postres o perfumes exclusivamente en CUC?

El Estado provee una canasta muy básica mensualmente: 3 Kg. de arroz, 2 Kg. de azúcar blanca y prieta (rubia), 1 Kg. de pescado por persona, café, sal, aceite, frijoles, huevos y pan diario. “Para niños de 0 a 13, a embarazadas, y algunas dietas médicas (cáncer, por ejemplo), se distribuye mensualmente una libra de carne de res o de pollo per cápita, pero la distribución no es puntual. Para niños menores de 7 años, un litro de leche de vaca concentrada, un día si y otro no. En casos de los niños no tolerantes a esa leche, se les distribuye leche evaporada. Para diabéticos, embarazadas, y otros enfermos, se distribuye mensualmente un kilogramo de leche en polvo”, dice un informe opositor al régimen
(Proyecto Cuba Prensa Libre, http://www.cubafreepress.org/art/cubap971008kk.html, 1997).
Niños mayores de 7 reciben yogurt de soya. También existen refugios y lugares que ofrecen comida en forma gratuita, aunque su cantidad se ha visto reducida, dicen algunos por el problema económico, otros porque hay menos necesidad.

Para vivir tranquilo el cubano va “inventando”. Según algunas estadísticas, el 35% de cubanos reciben dinero de familiares en el extranjero y 10% trabaja en la industria turística, de mayor crecimiento y salario más atractivo. Los demás se la van buscando. Existe gran porcentaje que depende de la ilegalidad y el mercado negro, como Carlo en Holguín que provee transporte particular a turistas por no menos de 10 CUC por viaje. Otro grupo llega a usurpar del estado para procurarse ese bienestar “por la izquierda”, vendiendo en paralelo lo substraído. Se puede decir que 8 de 10 cubanos "resuelven" de una forma o la otra.

Carlo trabajaba para el gobierno y ganaba poco mas de 400 pesos cubanos (alrededor de 17 CUC) al mes. Martín en Santiago de Cuba, quien apoya al régimen, también se queja del sueldo y tiene que alquilar parte de su casa a turistas para generarse un dinero extra. Ambos tienen que tener cuidado con sus peripecias pues existe un llamado “plan maceta” por medio del cual si un cubano esta enriqueciéndose “demasiado” ilícitamente, el gobierno le puede decomisar todas sus pertenencias, sin oportunidad a apelación. ¿Qué tanto es demasiado? Eso depende de la máquina burocrática.

Explica Trotsky sobre la URSS y se aplica a cualquier estado obrero deformado: “La autoridad burocrática tiene como base la pobreza de artículos de consumo y la lucha de todos contra todos que de allí resulta. Cuando hay bastantes mercancías en el almacén, los parroquianos pueden llegar en cualquier momento; cuando hay pocas mercancías, tienen que hacer cola en la puerta. Tan pronto como la cola es demasiado larga se impone la presencia de un agente de policía que mantenga el orden. Tal es el punto de partida de la burocracia soviética. ‘Sabe’ a quien hay que dar y quien debe esperar.” (La revolución traicionada, 1936).

El Estado está consciente de lo que sucede y, es más, le es conveniente la contradicción. Por un lado imponerse implicaría una protesta masiva, y por otro, la misma burocracia tiene que permitir el mercado negro para no ver amenazada su privilegiada posición. Lo irónico es también que mientras los cubanos fieles a la revolución, aquellos que se aguantan las inclemencias de su economía, no pueden ir a un hotel (en caso tuvieran “divisa”), los “gusanos” que vienen desde Miami pueden hacer lo que quieran.

Este “inventar”, este “resolver”, esta sobrevivencia “por la izquierda” distrae completamente la energía, el tiempo de la población, desvía los esfuerzos hacia la informalidad y la viveza en vez del progreso económico, el bienestar comunitario, el avance como sociedad. Al mismo tiempo, al notar que hay una burocracia privilegiada que se legitimiza a sí misma, existe poco interés y deseo por comprender mas allá el problema e intentar darle la solución necesaria.

Ya sabemos que Cuba es un estado obrero burocráticamente deformado, donde el Estado subvenciona parte de la canasta familiar, parte del transporte, donde el sistema de salud y el sistema educativo son gratuitos y universales, pero el salario es bajo e insuficiente, paralelo a ello la industria pasa por problemas críticos, la infraestructura de la nación no se ha actualizado en muchos años y otras contradicciones mas que no podremos entender ni solucionar sin una mirada más a la teoría y a la experiencia histórica.

Lucha de clases, internacionalismo y socialismo científico
“La historia de la humanidad es la historia de lucha de clases" afirman Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”, en la lucha uno debe escoger que posición tomar. Las clases se definen por su relación a los medios de producción: los que poseen los medios de producción son la Burguesía, ellos necesitan el trabajo de los obreros, del Proletariado, que a su vez necesitan vender su fuerza productiva para sobrevivir. La revolución socialista debe ser empujada por aquella clase que tiene el interés y la posición en la economía por lograrla: el proletariado. La máquina burocrática que tiene Cuba no es una clase como tal, es una casta parasitaria que tiene las riendas del poder y logra sus privilegios a través de las limitaciones y la dependencia que impone en la mayoría de la población. “La Revolución Cubana verificó en una nueva forma la aseveración de Trotsky de que la burocracia estalinista -correa de transmisión de la presión del mundo burgués hacia el estado obrero- es una formación pequeña-burguesa contradictoria” (Workers Vanguard No. 915, http://www.icl-fi.org/english/wv/915/cuba.html, 2008).

En países no completamente desarrollados, donde se destrona a la burguesía del poder, como sucedió en Rusia, China o Cuba, se debe buscar el internacionalismo revolucionario, exportar la revolución, propiciar oportunidades revolucionarias en lugares con mayor industria para poder resolver las carencias que se puedan suscitar. “Marx esperaba… que los franceses comenzarían la revolución socialista, que los alemanes continuarían y que terminarían los ingleses. En cuanto a los rusos, quedaban en la lejana retaguardia. La realidad fue distinta. Tratar, por tanto, de aplicar mecánicamente al caso particular de la URSS en la fase actual de su evolución la concepción histórica universal de Marx, es caer bien pronto en inextricables contradicciones”. (León Trotsky. La Revolución Traicionada, 1936). Lo mismo sucede con Cuba, como China misma, su desarrollo industrial dista de los países de capitalismo avanzado. El socialismo es compartir la abundancia, no las limitaciones. “el desarrollo de las fuerzas productivas es prácticamente la primera condición absolutamente necesaria (del comunismo) por esta razón: que sin él sí se socializaría la indigencia y ésta haría recomenzar la lucha por lo necesario, y recomenzaría, consecuentemente, todo el viejo caos...”. (Marx, La ideología alemana, 1846). La única manera de alcanzar el verdadero socialismo es entonces incrementando la producción, el socialismo debe de iniciarse donde lo mejor del capitalismo ha llegado. “El marxismo considera el desarrollo de la técnica como el resorte principal del progreso, y construye el programa comunista sobre la dinámica de las fuerzas de producción. Suponiendo que una catástrofe cósmica destruyera en un porvenir más o menos próximo a nuestro planeta, tendríamos que renunciar a la perspectiva del comunismo como a muchas otras cosas. Fuera de este peligro, problemático por el momento, no tenemos la menor razón científica para fijar de antemano cualquier límite a nuestras posibilidades técnicas, industriales y culturales. El marxismo está profundamente penetrado del optimismo del progreso y esto basta, digámoslo de pasada, para oponerlo irreductiblemente a la religión /…/ La base material del comunismo deberá consistir en un desarrollo tan alto del poder económico del hombre, que el trabajo productivo, al dejar de ser una carga y un castigo, no necesite de ningún aguijón, y que el reparto de los bienes, en constante abundancia, no exija —como actualmente en una familia acomodada o en una pensión ‘conveniente’— más control que el de la educación, el hábito y la opinión pública.” (León Trotsky, La revolución traicionada, 1936).

Para perpetuar su régimen burocrático, Stalin creó una teoría opuesta al marxismo: la de “Socialismo en un solo país”, traición de la revolución internacional. Cuba aislada, sin apoyo de las industrias de EEUU o de México, no podrá lograr jamás nivelar su economía y lograr emerger en una economía global cuyas reglas de juego las dictan los países industrializados. A lo más que puede aspirar el cubano sin el apoyo clasista de una potencia industrializada es al ya clásico resistir y en la ayuda que le puedan brindar países amigos como la Venezuela de Chávez o las buenas relaciones con una China que pasa por una etapa critica también. La teoría de la revolución permanente de Trotsky explica la necesidad de un proletariado consciente, dirigido por su vanguardia, a la cabeza de todos los oprimidos en la lucha por el poder y la urgencia de la posterior extensión internacional de la revolución, mas aun en países atrasados económicamente. Trotsky extiende su teoría a partir de la experiencia rusa y la derrota de la revolución china de 1926-1927.

Por una Revolución Política Obrera
El gran problema para el gobierno pasa por unificar las monedas, nivelar el peso cubano al convertible, devolver el poder adquisitivo a la población, eliminar la apropiación ilícita, el trabajo privado ilegal, incrementar la industrialización, modernizar la agricultura, incrementar los precios y la calidad de los productos al momento que incrementa los salarios. Lo cual en las condiciones actuales es imposible. Hay mucho que se puede hacer en términos de industria, por ej. en el turismo, implementar guías en diversos lugares, promoviendo empleos, mejorar aun más el transporte incorporando a los privados, preparar más campos para el cultivo y dejar de importar lo que hasta hace muy poco producían. Pero hay algo que frena todo esto: la burocracia! El enmarañado es grande. Mayor control, sin mejoras salariales, es muy difícil. Una revolución política, la toma del poder por los trabajadores conscientes pondría estas y mejores opciones en la agenda sin búsqueda de privilegios personales, sin temor a perder un puesto. Basados en críticas constructivas, los cubanos que conocen mejor que nadie la industria donde se desenvuelven, pueden proponer soluciones que liberen la maquina productiva e incremente la calidad y cantidad de productos y servicios para bienestar de todos los cubanos.

Pero esto tiene otro gran freno, la falta de conciencia política en la población, debido a la distracción en la búsqueda de bienestar día a día. Y se va cerrando el círculo. El cubano, en especial aquellos nacidos después del triunfo de la revolución, no tiene una gran conciencia socialista. Quienes han estudiado el marxismo, lo han hecho con método memorístico, sin asimilar las bases históricas y clasistas del mismo. El Estado por su cuenta explota a sus héroes revolucionarios y la personalidad de Fidel, al mismo tiempo que idolatra a José Martí, un ideólogo de los tiempos de las guerras de independencia contra España, quien también es del gusto de los cubanos en Miami. Martí invocaba una Cuba independiente y otros pensamientos progresistas, pero tomaba como ejemplo las democracias europeas del momento, defendiendo la propiedad privada.

Como en China, en Cuba se presentan dos opciones para cuando la burocracia en el poder ya no pueda mantener la sartén por el mango, más aun con la inminente ausencia de Fidel. Por un lado está el retorno al capitalismo, solo miremos a los países de Europa del Este o Rusia misma para ver lo que esto significaría en el suelo cubano. La otra es la de la toma del poder por el proletariado a la cabeza de los demás grupos sociales y así dar inicio a la construcción del verdadero socialismo mediante una Dictadura del Proletariado sin burocracias, haciendo a cada cubano parte de la nueva “burocracia” con miras al internacionalismo revolucionario, a la Revolución Mundial, no solo aquel de exportar médicos o profesores, sino comprendiendo el socialismo científico, comprendiendo que Cuba necesita el desarrollo de su economía para afinar la puntería hacia el verdadero socialismo.

Cuba, con todas sus limitaciones y contradicciones, con su bloqueo económico y su burocracia parasitaria es, para cualquier revolucionario, en especial latinoamericano, la mayor conquista alcanzada hasta el momento y debemos tomar nuestro puesto de combate. Se debe defender a Cuba contra la restauración capitalista y en especial contra el imperialismo estadounidense, su derrota sería la derrota de todos. La Revolución Cubana es una parte integral de la lucha contra la explotación capitalista, contra la dictadura de la burguesía y por la dictadura del proletariado con miras a la construcción del socialismo como base para el comunismo. ¡Por nuevas revoluciones de Octubre!

Valser X.


Sobre la Lucha Antiimperialista (II)

EL RELOJ DICTADOR
En las últimas décadas ha entrado en juego en el desarrollo de la conciencia revolucionaria del proletariado, un elemento de juicio antes relegado al ámbito de la premisa teórica. Al respecto Karl Marx escribía hace más de 160 años: “La universalidad del hombre se manifiesta prácticamente en la universalidad por la que toda la naturaleza inorgánica es hecha su cuerpo inorgánico, en tanto que es su alimento inmediato y en cuanto que es la materia, el objeto y el instrumento de la actividad vital del hombre (...) Que el hombre vive de la naturaleza significa que la naturaleza es su cuerpo.” Manuscritos de 1844. Y es que el hombre con el desarrollo de sus fuerzas productivas ha conseguido anexarse la mayor parte de la naturaleza, por lo que el curso de la sociedad inevitablemente arrastra consigo al resto del planeta.

El breve fragmento tomado de los “manuscritos…” no sólo sirve para describir el dominio del hombre sobre el medio ambiente; sino que resume muy bien un hecho evidente para cualquier persona medianamente sensata: El planeta está sufriendo un grave deterioro, en algunos casos irreversible, como consecuencia del uso irracional los recursos disponibles.

La grave situación que debemos enfrentar, pone en relieve la urgencia de avanzar con paso firme hacia la construcción de una sociedad nueva que supere la vorágine destructiva derivada del capitalismo. La propia naturaleza parece propinar un merecido bofetón a quienes persisten en defender políticas reformistas de comprobada ineficacia. El tiempo apremia, y no hay lugar para ensayar funestas fórmulas colaboracionistas, ni argumento válido que sostenga la posibilidad de domesticar el capitalismo, humanizarlo, hacerlo participativo o como quieran llamarlo. Repetir los errores del pasado es un lujo que hoy no tenemos si acaso alguna vez el reloj de la historia nos lo permitió.

De igual manera, pierde cualquier asidero teoricista el sectarismo en todos sus grados y formas. Es inadmisible la parálisis de quienes consideran que la mayor “virtud” de un revolucionario es saber esperar paciente y sin mayor sobresalto que las condiciones objetivas y subjetivas, por sí solas, alcancen el punto justo de maduración para recién trabajar por la Revolución.

CRISIS SIN PRECEDENTES
El problema del deterioro ecológico ha rebasado los círculos especializados donde solía ser tratado, debido a que el desequilibro climático, el deshielo glaciar, la contaminación de importantes fuentes de agua y muchos otros trastornos han surgido como anuncios de una posible catástrofe ambiental. Para nadie es un secreto que la humanidad enfrenta un problema sin precedentes.

El efecto invernadero, causante del creciente calentamiento global, ha surgido como consecuencia directa de la incesante emisión de dióxido carbono desde inicios de la era industrial. Y contrariamente a lo que se suele pensar, no es un fenómeno del que tengamos conocimiento reciente, ya en 1896 las investigaciones del físico químico sueco Svante August Arrhenius revelaron que los combustibles fósiles eran capaces de acelerar el calentamiento natural de la tierra, vale decir que hace bastante tiempo estos combustibles debieron haber sido sustituidos por fuentes de energía más limpias; sin embargo, hasta la fecha el petróleo es una de las bases de la economía capitalista; gobiernos se sostienen completamente y otros se derrumban a causa del “oro negro”, cobrando cada año millones de vidas inocentes.

El capitalismo monopólico, el imperialismo en expansión creciente, con voracidad insaciable convierte en mercancías cualquier fruto del hombre y la naturaleza. La voceada “ley de la selva” promovida por el inefable Alán García, es una muestra cercana de cómo el gran capital, carente de toda visión a largo plazo, pretende poner sus garras sobre cualquier recurso natural con el único propósito de prolongar su existencia.

Resultaría muy extenso desarrollar todas las formas por las que el capitalismo desgasta el complejo sistema terrestre; relaves mineros, deforestación, uso de armas químicas y radioactivas, producción transgénica, etc. La humanidad jamás ha vivido un escenario tan desfavorable, y esto ha llamado la atención de muchos sectores de la sociedad que vienen planteando diversas alternativas para detener el grave daño que sufre el planeta; pero la mayor limitación de la mayoría de propuestas ecologistas bienintencionadas es que no rebasan los límites del capitalismo, siendo incapaces de implementar soluciones exitosas a gran escala.

Los mercados son insuficientes, la tasa de ganancia del capital se desploma, desesperadamente la burguesía debe echar mano de todo cuanto les permita sostener la economía, no sólo la fuerza de trabajo obrera sino la naturaleza misma. ¿Podemos detener esta dinámica desde el propio capitalismo?: simplemente imposible.

REFORMA O PERPETUIDAD CAPITALISTA
Es evidente que las variadas y a menudo exóticas fórmulas que pretenden perpetuar el capitalismo se oponen completamente a la superación de sus contradicciones. En esa línea encontramos a diversos sectores de la burguesía nacional que con nuevos bríos pugnan por colocarse a la cabeza del movimiento popular, promoviendo la creación de un capitalismo humanizado, “antagónico” dicen al imperialismo depredador y sanguinario. Esta ofensiva reaccionaria pretende venderle a las masas la idea que el capitalismo posee una capacidad inagotable de “relanzamiento”, es decir, para superar las crisis que periódicamente y con mayor fuerza lo remecen desde sus cimientos.

Aunque los mal llamados “progresistas” se empeñen en ocultarlo, existen aspectos que los emparentan con los teóricos más reaccionarios, propagandistas a sueldo del imperio. Y es que ambos, a su forma, defienden la posibilidad de superar la crisis del sistema sin necesidad de transformar la base estructural de la sociedad. Los Keynesianos, por ejemplo, consideran que el problema de fondo es la caída en el consumo del mercado, que termina perjudicando las ganancias de las empresas y por consiguiente la inversión y el empleo; llegando así a la conclusión, que la intervención estatal a través del gasto público y los subsidios, es la mejor manera de superar los reveces “temporales” de la economía.

Análogamente, los reformistas sin importar el ropaje con que se cubran, básicamente aspiran a conformar una burocracia capaz de intervenir en la economía de mercado, resolviendo así cualquier contratiempo que pudiera presentarse; actuando además, como “árbitro” entre las clases sociales con el propósito de “atenuar” sus antagonismos. Sobre esta base, los “progres” han ensayado una serie de fórmulas de reforma del Estado Burgués, las cuales siempre terminaron en serios reveses para la clase trabajadora.

El origen de las crisis
Las crisis periódicas surgen cuando la tasa de ganancia de los capitalistas se desploma. Esta caída tiene un origen contradictorio pues es consecuencia del propio impulso del capital para incrementarse a través del aumento de la productividad de la fuerza de trabajo.

Ahora bien, los capitalistas elevan la productividad principalmente a través de la automatización tecnológica, lo que implica una mayor proporción de capital constante, maquinarias e insumos, en relación a la cantidad destinada a comprar fuerza de trabajo. Entonces, si consideramos que la explotación del trabajo asalariado es la fuente de acumulación del capital, se revela porqué esta mayor cantidad de mercancías no genera los beneficios que el capitalista desearía, ocasionando que la inversión se detenga y el consiguiente aumento del desempleo.

Jamás debemos olvidar que bajo el capitalismo la economía arrastra a los sujetos que intervienen en ella, incapaces de alzarse sobre sus leyes, para quienes el proceso antes descrito aparece simplemente como un desequilibrio entre la oferta y la demanda, consecuencia del supuesto descenso en la capacidad de consumo de las masas, tal como profesan los discípulos de Keynes.

La confrontación de estos postulados económicos, nos sirven para diferenciar dos posiciones, de las que se derivan líneas políticas claramente incompatibles. Distinguimos a quienes creen que la reforma del Estado burgués permitirá incidir efectivamente sobre el curso de la economía, y a quienes reconocen a la anarquía de producción y cambio inherente al capitalismo, como el origen de la tendencia a la sobreproducción de mercancías y todos sus efectos negativos.

REFORMISTAS “PROGRES” Y NEOLIBERALES ¿ANTAGÓNICOS?
Como es su costumbre los “progres” reformistas, supuestos abanderados de la “unidad” antiimperialista y paladines de la lucha en contra del voraz neoliberalismo, enmascaran con encendidos discursos su real intensión: extender lo que más se pueda, ojalá para siempre, el orden de explotación burgués. Lo que explica porqué la “nueva izquierda” Latinoamericana no tiene la menor intención de expulsar a las transaccionales, sino por el contrario busca asociarse con ellas.

En Venezuela, Hugo Chávez ya se quitó la careta completamente, hoy lo vemos enfrentado a las organizaciones obreras independientes; el discurso antiimperialista, o mejor dicho antinorteamericano, “unificador” y “reivindicativo”, ya no le sirve para ocultar el carácter burgués de su régimen. Quedando demostrado que el “socialismo del XXI” sólo era un rótulo ostentoso para seducir a las masas ansiosas de cambios sociales profundos.

En Bolivia por su parte, el gobierno ha sido incapaz de concretar una política de expropiación en contra de los latifundistas, así como la nacionalización completa, sin indemnizaciones, de las transnacionales. La laxitud de su proceder, típica de quienes no cuestionan la estructura misma de la sociedad, ha convertido al régimen de Evo Morales en presa fácil de los sectores más reaccionarios de la burguesía. En el país altiplánico jamás se aplicó una política revolucionaria orientada a elevar el de nivel conciencia y organización de los trabajadores, por el contrario, desde un principio se optó por el camino de la conciliación de clases, que finalmente condujo a Morales y cía. a una posición en la que deberá elegir entre someterse completamente a la oligarquía pro imperialista o esperar su derrocamiento.

Estos dos ejemplos nos muestran que si bien el reformismo en un determinado momento puede contar el respaldo del movimiento de masas, tarde o temprano, termina perdiéndolo como consecuencia directa de su intrascendente y zigzagueante política.

LA “NUEVA” IZQUIERDA Y LA TÁCTICA ELECTORAL:
Durante su trayectoria, la denominada izquierda “oficial” no ha sido capaz de resistirse a la seducción electorera, sintiéndose más que satisfecha cumpliendo la función de “relleno” en aquellos espacios dejados por los peones del imperialismo, primeros interesados en que la farsa electoral burguesa se realice sin sobresaltos.

Los “caviares”, siempre se han caracterizado por ser prolíficos creadores de novedosas categorías políticas y tácticas electorales. Para desarrollar esta capacidad creativa les ha sido de mucha utilidad la caracterización política bipolar: izquierda – derecha. Misma que les permite justificar numerosas alianzas políticas; cualquier tipo de maniobra sería válida para deteriorar “en algo” a la extrema derecha, a los lacayos del Imperio.

Cierto es que en principio la táctica electoral no puede descartarse de plano de la práctica revolucionaria, entendiendo que ella debe surgir del “análisis concreto de situaciones concretas”, tal como lo demostraron los bolcheviques durante todo el proceso que desembocó en la toma del poder, donde pudo apreciarse “La sucesión de los métodos de lucha parlamentarios y no parlamentarios, de la táctica de boicot del parlamento y de participación en el mismo, de las formas legales e ilegales de lucha, así como sus relaciones recíprocas y los vínculos existentes entre ellos (…)” (Refiriéndose al periodo comprendido entre 1905 – 1907) La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo Lenin - 1920

Los revolucionarios no pueden desperdiciar las grietas que pudiera presentar el sistema político burgués, procurando sacar provecho a todas las posibilidades legales que se presenten, tal como sucede con el supuesto “derecho” a la libertad de pensamiento, reunión o de huelga. Sin embargo, la participación en una contienda electoral tiene implicancias que no deben ser tomadas a la ligera. Supongamos que en las condiciones actuales un elemento o grupo, seguramente reducido, de revolucionarios consiguieran ocupar algún puesto dentro del Estado burgués, sin duda al cabo de poco tiempo serían desprestigiados y expectorados; logrando sobrevivir sólo de forma marginal sin prestar servicio alguno a la Revolución y lo que es peor, alimentando la farsa de un régimen burgués participativo y democrático.

La táctica electoral estaría plenamente justificada en caso el Proletariado organizado se encontrase en condiciones de propinar duros golpes a la burguesía y sus instituciones, convirtiéndose así en un medio válido para acelerar su descomposición. Por el contrario, quienes consideran la participación electoral como un recurso efectivo e inmediato para “desgastar” el poder de la burguesía, ignoran que esta táctica si no se encuentra supeditada a una estrategia mayor, los convierte en simples oportunistas que harían cualquier cosa por mantener la “posición ganada” en el seno político del enemigo.

BIPOLARIDAD: LA IZQUIERDA Y LA DERECHA:
¿Izquierda, Derecha?, esta caracterización forzada e insuficiente, si pretendemos aplicarla más allá de circunstancias específicas, ha llevado a que muchos consideren a la ideología política y su programática como un abanico de posibilidades en un mismo plano, negando así la piedra angular del marxismo: La lucha de clases.

Esta bipolaridad alimenta la errada creencia que entre la izquierda y la derecha, es posible la coexistencia de abundantes matices, como escalas de grises entre el blanco y el negro, los cuales dependiendo de su cercanía o parentesco podrían establecer diversos grados de entendimiento y colaboración.

El enorme peligro que entraña entender la política bajo esta óptica radica en dejar de lado las diferencias de forma y fondo entre la política burguesa reaccionaria y la Proletaria Revolucionaria. Ya que no sólo persiguen objetivos distintos, antagónicos e incompatibles, sino que su marcha difiere diametralmente. Las motivaciones, la psicología, la propia concepción del mundo, distan muchísimo entre un elemento revolucionario y otro al servicio de la reacción, por lo que resulta un despropósito colocarlos en el mismo plano.

La caracterización bipolar además del alto grado de subjetividad, cuenta entre sus mayores defectos, el no permitir apreciar que las variantes políticas son en realidad tendencias que se gestan tanto al interior de la política proletaria como burguesa y que en ambos casos deberá imponerse por necesidad el programa que mejor traduzca los intereses de la clase a la que pertenezca.

La bipolaridad política sirve para justificar una concepción errónea de la lucha antiimperialista; donde todas las posiciones “enemigas” del Imperio, están llamadas a colaborar y marchar bajo un mismo programa, debido a la supuesta proximidad de sus aspiraciones. Si preguntamos: ¿bajo que programa debemos marchar los revolucionarios?, ¡bajo el programa antiimperialista! responden los conciliadores oportunistas hinchando el pecho lo más que pueden. Si continuamos interrogando ¿Cuál es el carácter de clase de dicho programa?, ¡Divisionistas! denuncian furibundos. Y es que para ellos, es el momento de vivir al margen de la lucha de clases.

ANTIIMPERIALISMO: LA VANGUARDIA Y EL MOVIMIENTO DE MASAS
Como hemos visto, durante el imperialismo el modo de producción capitalista ve agradabas sus contradicciones como nunca antes en su historia; el capital se concentra en las manos de un puñado de corporaciones transnacionales que terminan por definir el curso de la política y economía mundial, apoyándose en aparatos que rebasan todas las fronteras nacionales. Por lo tanto, a la globalización burguesa los revolucionarios debemos responder con Internacionalismo Proletario. Las organizaciones de vanguardia deben buscar convertirse en corrientes internacionales o vincularse a las ya existentes, propiciando la confrontación teórica y programática con el fin forjar la futura Internacional Comunista.

Así mismo, es urgente que en cada país, los revolucionarios venzan la dispersión en la que se encuentran, tengamos presente que esta situación, consecuencia del duro golpe propinado por la reacción burguesa, no puede convertirse en un auto aislamiento sectario. Especialmente en el Perú enfrentamos una dispersión extrema, siendo imperiosa la necesidad de propiciar el acercamiento y debate constructivo con miras a fraguar un Partido Revolucionario Obrero. Ya que sin él, los levantamientos populares e incluso situaciones pre revolucionarias que surgirán con mayor frecuencia e intensidad, inevitablemente serán puestas al servicio del reformismo burgués y su seguidilla de traidores oportunistas.

La lucha antiimperialista y hay que repetirlo cuantas veces sea necesario, no se distingue del choque frontal contra toda la burguesía, ¡no existe componente progresista en las burguesías oriundas!, esa idea hay que arrancarla de raíz. Las políticas conciliadoras, sólo juegan a favor de la permanencia del dominio burgués, interfieren seriamente con el desarrollo de la conciencia del Proletariado y menguan su capacidad de organización y acción política.

Los hechos hablan por sí solos, las mejoras inmediatas que eventualmente pueden ser otorgadas a los trabajadores bajo parámetros conciliadores, únicamente se logran a cambio de penosas concesiones y graves retrocesos. ¡Basta de embustes al proletariado y a todos los oprimidos!

Los elementos revolucionarios dispersos deben nutrirse de las lecciones que les brinda la historia y trabajar arduamente para convertirse en una vanguardia organizada y sólida, capaz de colocarse a la cabeza del proletariado y todos los oprimidos por el orden burgués, conduciéndolos sin dubitación por el cauce de la construcción de una nueva sociedad.

Carlos García

COREP - 1º MAYO 2008

Por la revolución socialista mundial
Por una Internacional obrera revolucionaria



El capitalismo en decadencia conduce a la humanidad a la barbarie
Motines del hambre acaban de estallar en Egipto, Camerún, Costa de Marfil, Senegal, Burkina Faso, Etiopía, Indonesia, Madagascar y Haití. Mientras la inflación se generaliza, el crecimiento económico se frena en los Estados Unidos, lo que implicará probablemente una recesión mundial. Los bancos centrales (FED, BCE, BoE...) corren en ayuda de los bancos privados que sangraron a los proletarios norteamericanos o británicos y que se han estafado mutuamente. Una fase de expansión económica, que se apoyaba sobre bajos tipos de interés, sobre los gigantescos gastos militares norteamericanos (600 mil millones de dólares este año) y sobre la explotación de centenares de millones de trabajadoras y trabajadores chinos por las grandes empresas capitalistas del mundo entero, se acaba.

El modo de producción capitalista ha cumplido hace tiempo a su rol histórico: desaparecer las relaciones sociales arcaicas, impulsar la ciencia y la técnica, superar los particularismos locales gracias a los Estados nacionales, desarrollar la industria, los transportes, y crear un mercado mundial... Luego el capital se concentró y se internacionalizó de manera irreversible. El capitalismo entró así en su fase de decadencia, el imperialismo. Los grupos capitalistas surgidos de este proceso no cesaron por tanto de competir y su lógica es más que nunca "financiera": personifican por excelencia el capital que no tiene otra lógica que aumentar en su provecho la plusvalía social en forma de ganancias.

Con la delegación de la dirección efectiva de las grandes empresas a directores asalariados, los poseedores de acciones se convierten más y más en parásitos sociales. El carácter parasitario del capitalismo en declive es acentuado por la hipertrofia de las finanzas, por la multiplicación de actividades socialmente superfluas (la publicidad...) o incluso destructivas (los armamentos...). A pesar del grado elevado de la ciencia y la técnica, una proporción importante de los productores no dispone de una vivienda decente, tiene un acceso reducido a la salud, a la instrucción, a la cultura; millones de seres humanos no tienen agua potable ni alimentos suficientes. La investigación está al servicio de la guerra y de la especulación, en tanto que el oscurantismo florece. La informática sirve para espiar a los individuos, para controlar a los productores y para intensificar el trabajo. Las empresas se convierten en multinacionales, mientras que los políticos burgueses mantienen el nacionalismo y la xenofobia. Los capitales y las mercancías circulan libremente, mientras que los desplazamientos de seres humanos están limitados y a veces prohibidos. La acumulación del capital y la búsqueda del beneficio ponen en riesgo el hábitat mismo de la especie humana.

La estrechez de las fronteras y la propiedad privada de los medios de producción, obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad. La supervivencia del capitalismo genera una sucesión ininterrumpida de guerras y crisis económicas. En menos de veinte años: bombardeo e invasión de Irak por la ONU en 1991, guerra civil en Georgia en 1991, guerra de reparto de los Balcanes de 1991 a 1999, guerra civil en Afganistán en 1992, guerra civil en Argelia en 1992, crisis monetaria en Europa en 1993, genocidio en Ruanda en 1994, crisis económica en México en 1994, guerra civil en Congo-Zaire en 1996, crisis económica en el sudeste asiático en 1997, crisis económica en Rusia en 1998, segunda guerra de Chechenia dirigida por Rusia en 1998, guerra entre 9 Estados de África de 1998 a 2002, bombardeos de Serbia por la OTAN en 1999, crisis bursátil mundial en el 2000, invasión de Afganistán por la OTAN en 2001, crisis económica en Argentina en 2001, crisis económica en Turquía en 2002, guerra civil en Costa de Marfil en 2002, bombardeo e invasión de Irak en 2003, guerra civil en Sudán en 2003, invasión de Líbano por Israel en 2006, crisis bancaria en 2007, guerra civil en Kenia en 2008...

Las crisis económicas, en las que los trabajadores asalariados son las primeras víctimas, son inevitablemente engendradas por las contradicciones del capitalismo. Sirven de solución temporal a la sobre-acumulación de capital, mediante la destrucción de una parte de éste. Las guerras desempeñan el mismo papel. Por otro lado, los arsenales de armamentos pueden solucionar temporalmente los problemas de excedente. De hecho, el militarismo es inseparable del imperialismo. La posición del capitalismo norteamericano se ha debilitado considerablemente desde la posguerra. El poder estadounidense, sea demócrata o republicano, intenta siempre utilizar su supremacía militar para ejercer el control de las materias primas, consolidar su soberanía sobre los países dominados, trabar a sus competidores imperialistas (Japón, Alemania, Francia…), e impedir que los países capitalistas “emergentes" (China, Rusia, Brasil...) se conviertan en rivales, en potencias imperialistas.

El resultado es siniestro. La prensa norteamericana acaba de revelar que la administración Bush, que pretende personificar la democracia y extenderla en el mundo, organizó la tortura hasta en detalle en la primavera de 2002. La infraestructura de Irak quedó destruida, el país se hundió en la guerra civil religiosa. Afganistán vive de la cultura de la amapola y a las mujeres se las somete más que nunca. Su protegido en Medio Oriente, Israel, estrangula Gaza, lanza incursiones letales en los "territorios" y prosigue la colonización de Cisjordania y Jerusalén.


¿Cómo se llegó aquí, a pesar de la ola revolucionaria de los años 60?
Con todo, hace cuarenta años, la rebelión de la juventud, de los pueblos oprimidos y de los trabajadores del mundo entero habría podido desembocar en el derrivamiento del capitalismo. El capitalismo en decadencia estaba amenazado tanto en los centros imperialistas (movimiento antiguerra y luchas negras en los Estados Unidos, resurgimiento de la lucha irlandesa, rebelión de la juventud en Alemania en 1967, lucha de la juventud en Japón en 1968, rebelión de la juventud y huelga general en Francia en 1968, huelgas en Italia en 1969, huelgas en Gran Bretaña en 1973, revolución en Portugal en 1974...) como en los países capitalistas dominados (rebelión de la juventud en México en 1968, guerra revolucionaria en Vietnam, huelga general en Argentina en 1969, resistencia palestina, guerra de independencia en las colonias portuguesas, efervescencia en Turquía en 1970, Asamblea Popular en Bolivia en 1971, crisis revolucionaria en Chile en 1973, revuelta de la juventud en Grecia en 1973, huelgas en Brasil en 1978, revolución en Irán en 1978, revolución en Nicaragua en 1979…).

Esta ola revolucionaria internacional cuestionaba al otro pilar del orden mundial, las burocracias privilegiadas que usurpaban el poder de los trabajadores en los países donde el capitalismo había sido expropiado (levantamiento de la juventud en China y comuna de los trabajadores de Shanghai en 1966, luchas estudiantiles en Polonia en 1968, crisis política en Checoslovaquia en 1968, levantamiento obrero en Polonia en 1970...).

Las luchas de los explotados y oprimidos fueron contenidas por la represión policial y militar, pero sobre todo fueron descarriladas por sus propios dirigentes, los partidos nacionalistas burgueses y pequeño-burgueses, las organizaciones reformistas y estalinistas. Todos esgrimieron contra la revolución proletaria el mito de "la nación" y de una "etapa democrática", la trampa del "frente único antiimperialista" con la burguesía nacional o del "Frente Popular" con la burguesía democrática que protegía la propiedad privada y el Estado burgués. Por ejemplo en Francia, el PCF, que en 1944-1945 había desarmado la resistencia y había proporcionado Ministros a De Gaulle, en principio denunció en 1968 el levantamiento de la juventud, luego negoció como dirigencia de la CGT con el Gobierno cuando los trabajadores impusieron la huelga general, y finalmente llamaron a la reanudación del trabajo y a las elecciones organizadas por De Gaulle.

De Gaulle se benefició también en 1968 del apoyo de Brezhnev, Mao, Ho, Tito y Castro, de todos los representantes de las capas privilegiadas y conservadoras que pretendían haber realizado el socialismo en su país, mientras reinaban de manera policial sobre países económicamente atrasados. Su origen común era la degeneración del Estado obrero en el único país donde el proletariado había tomado el poder, la Rusia resultante de la Revolución de Octubre. A falta de partidos equivalentes al Partido Bolchevique, las derrotas de la revolución en Europa y China habían aislado a la URSS y habían permitido en los años 20 a la burocracia estatal emanciparse del control de la clase obrera, destruir el partido revolucionario e instaurar un verdadero totalitarismo. La Internacional Comunista, creada para la revolución, pasó a ser durante los años 30, en manos de nomenklatura, un instrumento para las maniobras con la burguesía mundial y de contrarrevolución, que permitió la victoria de Hitler y de Franco, antes de disolverse como un obsequio a Roosevelt y Churchill. Los partidos "comunistas" se lanzaron al patriotismo, se dedicaron al culto a Stalin y a su jefe nacional, calumniaron a los revolucionarios y a sus propios disidentes, e instauraron la violencia en el movimiento obrero. La social-democracia había hecho asesinar a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches; el estalinismo asesinó a Grigori Zinoviev, Nicolai Bujarin, Andrés Nin, León Trotsky y Tha-Thu-Tau.

Ante la ola revolucionaria de los años 60 que amenazaba sus privilegios y su propia existencia, la burocracia del Kremlin y de sus satélites de Europa Central llevaron una campaña antisemita en Polonia en 1967-1968, reprimieron a la juventud polaca en 1968, reprimieron a la clase obrera y a la juventud en Checoslovaquia en 1968 (con la aprobación de Castro y Mao), ametrallaron a la clase obrera de Polonia en 1970 y la reprimieron en 1980 (multiplicando al mismo tiempo sus empréstitos con los bancos imperialistas). La burocracia de La Habana brindó en 1973 su apoyo al gobierno de frente popular en Chile (que incluía al general Pinochet) y condenó en 1979 toda tentativa de imitar a la revolución cubana en Nicaragua. La burocracia china, después de haber restaurado el orden entre 1967 y 1969 gracias a la policía política y al ejército, se irguió sobre su rival ruso en colusión con la burguesía norteamericana; Mao Zedong llegó a entrevistarse con Richard Nixon en pleno bombardeo norteamericano de Vietnam en 1972. Sus sucesores aplastaron de manera sangrienta el movimiento de los trabajadores y estudiantes de Pekín en 1989.

La IV Internacional había sido proclamada por los leninistas bolcheviques de los años 30 para solucionar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, causada por la traición de la II Internacional en 1914 y agravada por la III Internacional en 1933. Había comenzado a adquirir una base obrera en Estados Unidos, luego en Francia, Indochina, Ceilán, Bolivia... Después de la masacre de muchos de sus cuadros por el fascismo y el estalinismo, su dirección inexperta se reveló incapaz de hacer frente a la estabilización del capitalismo y al aparente triunfo del estalinismo; luego se alineó con la burocracia del Kremlin en 1951 en vísperas de las primeras revoluciones obreras contra éste (RDA en 1953, Polonia y Hungría en 1956). El pablismo provoca el colapso de la IV Internacional en 1952-53. El Comité Internacional de la IV, la fracción constituida por las secciones (francesa, norteamericana y británica) que habían resistido a la liquidación, se revela incapaz de reconstruir la IV Internacional y de funcionar de manera centralizada. Todos los epígonos de la IV Internacional devienen sirvientes de la burocracia estaliniana, de la socialdemocracia o del nacionalismo burgués. El empuje revolucionario siguiente, en los años 1960 y 1970, se encontró pues sin dirección revolucionaria, paralizado por el reformismo de los partidos "comunistas" y "socialistas", por el nacionalismo burgués y el nacionalismo pequeño-burgués, por el guerrillerismo maoísta y castrista, por el anarquismo y el centrismo seudotrotskista.

La clase obrera ha conocido un cuarto de siglo de retrocesos y derrotas
Gracias a las políticas nacionales de colaboración de clases y a las alianzas contrarrevolucionarias Washington-Pekín y Washington-Moscú, las clases dominantes retomaron la iniciativa bajo la dirección de la principal de entre ellas, la burguesía de los Estados Unidos: golpe de estado en Chile, invasión de Granada, Contras en Nicaragua, contrarrevolución de los ayatollahs en Irán, derrota de los mineros en Gran Bretaña, movimientos islamistas en Afganistán, carrera armamentista, etc.

La tasa de ganancia había descendido a partir de los años 60. Presionada por la crisis capitalista mundial de 1973, la burguesía se propuso eliminar todos los obstáculos que expresaban la tendencia a la socialización de las fuerzas productivas. Los Estados burgueses imperialistas llegaron a desmontar, en ellos, la parte fundamental de las conquistas sociales, y se adueñaron, en la URSS, en China y en los países de Europa Central, de la propiedad colectiva de los medios de producción.

Clausurando los antiguos bastiones obreros, reestructurando las empresas, desindexando los salarios, limitando el derecho de huelga, utilizando la presión del desempleo y la competencia de los trabajadores de los países dominados, abriendo mercados que se les habían cerrado y explotando a millones de trabajadores que se le escapaban debido a la propiedad estatal o cooperativa, y de la planificación y del monopolio del comercio exterior, el capitalismo mundial pudo corregir a partir de los años 1980 la tasa de ganancia. Las desigualdades aumentan, de Estados Unidos a China: un polo de la sociedad, el que vive del trabajo del otro, se enriquece y ostenta; otro, el que produce, se empobrece y sufre la precariedad.

Para tal fin, la burguesía pudo basarse en las burocracias estatales de origen estalinista y en las direcciones tradicionales de la clase obrera de los países capitalistas.

Las burocracias estatales y el reformismo se han sometido completamente al capital
Las burocracias usurpadoras, sujetas a la presión del imperialismo y enfrentadas al callejón sin salida del "socialismo en un sólo país", empeorado por su gestión autoritaria de la economía colectivizada, revelaron completamente su naturaleza de agentes de la burguesía mundial. La burocracia rusa negoció un acuerdo en Polonia con la Iglesia Católica en marzo de 1989, por medio del POUP y de la dirección del sindicato Solidaridad, y autorizó en noviembre de 1989 la absorción de la RDA por el Estado imperialista alemán. Luego la burocracia desmontó la URSS en 1991 y Yugoslavia en 1992, restauró el capitalismo a partir de 1991 en Rusia (con la “terapia de choque” de Boris Yeltsin) y a partir de 1992 en China (con el “socialismo de mercado” de Deng Xiaoping).

En estos países, los miembros de la burocracia echaron mano de las empresas y formaron una verdadera clase capitalista con los jefes de las mafias; otros elementos, relegados del saqueo, se reconvirtieron en partidos políticos que van del fascismo a la socialdemocracia. Las trabajadoras y los trabajadores de estos países sufrieron en adelante la explotación y la precariedad. Además el proletariado recibió un golpe fundamental a escala mundial ya que los hechos parecieron darle la razón a los capitalistas y a sus agentes (sacerdotes, universitarios, periodistas, políticos burgueses y reformistas, burócratas sindicales...): no serviría de nada de tomar el poder, el socialismo estaría condenado al fracaso, el capitalismo sería el único sistema posible, sería necesario adaptarse confortándose con el patriotismo o la religión.

Los partidos "comunistas" de los países capitalistas perdieron la base material y política que los diferenciaba de los partidos "socialistas". Su deterioro y su decadencia que son irreversibles, están destinados a desaparecer o a integrarse a la social-democracia, o incluso a partidos burgueses (como el PD en Italia). Las antiguas guerrillas evolucionaron hacia el bandolerismo o depusieron las armas convirtiéndose en pacifistas, en socialdemócratas o en políticos conservadores.

Los aparatos corrompidos de los sindicatos sabotearon sistemáticamente los movimientos de los jóvenes y los proletarios, impidieron la huelga general y negociaron todas las medidas antiobreras con el Estado burgués y los patrones.

Los antiguos partidos estalinistas y los partidos laboristas o socialdemócratas abandonaron generalmente toda referencia a la lucha de clases y al socialismo. Los que se atribuían erróneamente, en el período anterior, el mérito de las concesiones arrancadas a la burguesía, se hicieron cómplices de la reacción, de los ataques contra los trabajadores. Los partidos reformistas, cuando accedieron al Gobierno, procedieron a una política de la misma naturaleza que la de los partidos burgueses: privatizaciones, desmantelamiento de los regímenes de jubilaciones y asignaciones de desempleo, flexibilidad del empleo, del tiempo de trabajo y de los salarios, apoyo a la constitución de grandes grupos capitalistas nacionales, des-fiscalización de las rentas altas, etc.

Su ala izquierda los acompañó en su degeneración. Si algunas sectas izquierdistas huyen de la participación en las luchas de las masas, abandonan los sindicatos, se abstienen en las elecciones, la mayoría de las corrientes centristas que sobreviven se hundieron en el oportunismo: llamamientos a la ONU y entusiasmo por el “altermundismo", por los Foros sociales y otros por ATTAC; ilusiones en el mejoramiento del capitalismo a través de la división de las rentas y del estatismo burgués; consigna sistemática de Asamblea Constituyente; apoyo político a representantes de la burguesía (Chávez, Aquino, Chirac, Obama, Bhutto, López Obrador, Nasrallah, Lugo...); concesiones al islamismo; participación en Gobiernos burgueses (en Nepal, en Brasil...). La mayoría aceptan la solución de dos Estados para Palestina, lo que equivale a ratificar la colonización israelí junto a un bantustán palestino bajo control económico y militar de Israel.

Las organizaciones "de extrema izquierda" se integraron generalmente a los aparatos contrarrevolucionarios de los sindicatos reformistas y a veces crearon sindicatos vinculados por múltiples vínculos a la patronal y al Estado burgués (organizaciones de piqueteros en Argentina, sindicatos SUD en Francia...). En paralelo, los revisionistas del leninismo-trotskismo liquidan a menudo sus propias organizaciones: creación de partidos que rechazan los soviets, la insurrección y la dictadura del proletariado (PSOL en Brasil, Respeto en Gran Bretaña, SA en Australia, PAC y PT-POI en Francia, SSP en Escocia, BE en Portugal...); ilusiones en los partidos reformistas existentes (LP en Gran Bretaña, PT en Brasil, DL en Alemania, PRC en Italia, IU en España, PCL en el Líbano...); adhesión a partidos burgueses (Verdes en Alemania, PRD en México, MDC en Zimbabwe, PSUV a Venezuela, PPP en Pakistán...).


¡Proletarios de todos los países, unámonos, levantemos la bandera roja manchada por el estalinismo y abandonada por el reformismo!

Ahora bien, la burguesía perdió su carácter progresista, incluso en los países que no conocieron una revolución democrática. En la época del imperialismo, ninguna fracción de la burguesía, ningún partido burgués podría orientar la economía hacia la satisfacción de las necesidades sociales, en vez de a la búsqueda del beneficio. Ninguna política de los Estados nacionales, que sea "liberal" o "keynesiana", podría impedir el deterioro del planeta, el aumento de desigualdades, el desempleo, las crisis económicas. Ninguna concertación entre Estados burgueses, ningún organismo internacional resultante de sus compromisos limitará las intervenciones de las potencias imperialistas en los países dominados, ni las rivalidades entre ellas.

No obstante, la burguesía no desaparece por sí misma de la escena de la historia. Clase explotadora, ella conduce la vida económica: al comprar la fuerza de trabajo de los proletarios, controla el proceso de la producción y dispone del producto del trabajo social, lo que le permite apropiarse de la plusvalía, la diferencia entre el valor del producto y el valor de la fuerza de trabajo. Además es la clase social hegemónica: en tiempos ordinarios, gobierna y sus ideas son también las ideas dominantes. Una forma de este poder social, perfeccionada durante la fase imperialista, es la integración y la corrupción de las organizaciones de las que se dotan los oprimidos y explotados, en primer lugar los aparatos del movimiento obrero (partidos reformistas, burocracias sindicales).

Corresponde al proletariado, la clase cuyos intereses son antagónicos a la burguesía, expulsarla, y, sobre la base de esta revolución mundial, sentar las bases de un modo de producción superior, el socialismo. Sólo la clase obrera, cuyas filas aumentaron considerablemente en América Latina y sobre todo en Asia, puede abrir una salida a la humanidad, poniéndose a la cabeza de todos los oprimidos y todos los explotados del campo y la ciudad, constituyendo sus órganos democráticos de lucha y centralizándolos, derribando al Estado burgués, tomando el poder, expropiando a los grandes grupos capitalistas, extendiendo la revolución, colaborando con los otros gobiernos obreros que aparecerán. Así se reunirán las condiciones para el socialismo: desarrollo de las fuerzas productivas, planificación por los productores asociados, supresión de las fronteras, desaparición de las clases sociales y del Estado.

Las valientes resistencias de los obreros, de los empleados, de los campesinos, de los estudiantes, de las mujeres, de los pueblos oprimidos, no faltan en los países imperialistas, incluyendo a los Estados Unidos, así como en los países dominados, en particular en América Latina, y en los nuevos países capitalistas, incluida China. A pesar del régimen policial del PCCh, los nuevos batallones del proletariado mundial, las obreras y los obreros chinos que los apéndices reformistas de las burguesías imperialistas presentan como enemigos de los trabajadores occidentales y japoneses, multiplican las huelgas y las manifestaciones.

Para vencer, las trabajadoras y los trabajadores deben no sólo luchar contra los patrones, los gobiernos a su servicio, los cuerpos represivos, sino también superar los obstáculos que siembran los agentes de la burguesía, que los supeditan a la burguesía, a sus propios explotadores. Necesitan su partido, un partido distinto del nacionalismo, el reformismo y del centrismo. Basados en la teoría de la revolución y la emancipación que es el marxismo, los elementos más conscientes de los trabajadores y de la juventud deben reunirse en tal partido.

¡Evacuación inmediata de todas las tropas imperialistas de Irak, Afganistán, el Líbano, Haití, Costa de Marfil, Chad, Kosovo...! ¡Cierre de todas las bases militares norteamericanas, francesas, británicas...! ¡Fin de las amenazas contra Irán y del bloqueo contra Cuba y Corea del Norte!

¡Respeto por las lenguas de las minorías nacionales, libertad de separación para las minorías nacionales! ¡Derecho al regreso de los refugiados al territorio de Palestina! ¡Destrucción del Estado colonial sionista para una Palestina laica, socialista, que garantice los mismos derechos a los judíos y a los árabes!

¡Derechos iguales para mujeres y hombres! ¡Separación de las religiones y el Estado! ¡Libertad de circulación y establecimiento para todos los trabajadores del mundo! ¡Los mismos derechos para todos los trabajadores, sin distinción de género, nacionalidad u orientación sexual!

¡Ajuste de salarios y pensiones según los precios! ¡Disminución del tiempo de trabajo para suprimir el desempleo! ¡Control de los trabajadores de las ciudades y del campo sobre la producción, la distribución y el crédito! ¡Expropiación de los grandes propietarios de tierras y de los grandes grupos capitalistas, nacionales y extranjeros!

¡Derogación de todas las leyes contra los trabajadores inmigrantes, las huelgas, los sindicatos, los partidos obreros! ¡Autodefensa contra las bandas armadas del capital (policía, ejército, fascistas, vigilantes, islamistas...)! ¡Disolución de los cuerpos represivos!

¡Ruptura de las organizaciones procedentes de la clase obrera, partidos y sindicatos, con los patrones, los gobiernos burgueses, el Estado! ¡Autoorganización de las trabajadoras y los trabajadores (comunas, soviets, consejos, shoras, cordones, asambleas populares...)! ¡Gobierno obrero y campesino, poder de los trabajadores! ¡República mundial de los consejos obreros!

1 de mayo 2008


COLECTIVO REVOLUCION PERMANENTE

c_revolucionpermanente@yahoo.es

http://www.revolution-socialiste.info/CoReP.htm

19 sept 2008

Volviendo a lo básico (II)

La Unión Soviética después de Lenin

Para 1924, con Stalin en el poder, se forma una burocratización sólida en el seno de la Unión Soviética. Esta burocracia se torna hostil a la lucha por más revoluciones socialistas en países capitalistas bajo el dogma ridículo de Stalin de que el socialismo se puede lograr en un solo país, mientras se prevengan ataques militares imperialistas. Es así que los partidos comunistas a nivel mundial se convertirían en herramientas diplomáticas del Kremlin con el fin de lograr la “coexistencia pacifica”. Bajo esta premisa se traicionarían oportunidades revolucionarias en China, España e Italia, entre otros países.

No fue el marxismo lo que falló en la Unión Soviética sino su corrupción stalinista, como se mencionaría en 1936: “el socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica que constituye la sexta parte de la superficie del globo; no en el lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun en el caso de que la URSS, por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior -cosa que esperamos firmemente no contemplar- quedaría, como prenda del porvenir, el hecho indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia.” (Trotsky, “La Revolución Traicionada”)

Trotsky y la Oposición de Izquierda, que luchaban por mantener el internacionalismo y en contra de la burocratización del Partido, son perseguidos y finalmente desaparecidos, asesinados o exiliados.

La Segunda Guerra Mundial, como la Primera, fue una guerra provocada por el sistema capitalista; los estados burgueses, en necesidad de expandir mercados, provocaron también este conflicto que acabaría con más de 60 millones de vidas humanas. La excepción fue que Stalin, a diferencia de los bolcheviques, tomó parte enviando millones de soviéticos a una muerte segura en vez de incitar a los militantes de los estados en disputa a tomar el poder u organizar una vanguardia que cree situaciones revolucionarias a nivel internacional. Aun así, no fue otro que el Ejercito Rojo el que derrotó a los nazis y la amenaza fascista.

Después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a la base económica del estado obrero, los avances en la Unión Soviética fueron aun mas impactantes pudiendo incluso enviar al primer hombre al espacio. Entre los 60s y 80s se buscaba dar un techo a todo ciudadano soviético como derecho básico y se emprendieron gigantescas construcciones. Esto aparte de la educación y sistemas de salud gratuitos y el derecho universal a trabajar, el sufragio femenino, entre otros, fueron algunos de los logros a pesar de la corrupción burocrática en la que estaba enfrascada la tierra de los soviets.

En estos días, Rusia capitalista, y otros países que formaban el bloque soviético, tienen un índice de Sida que va creciendo desmesuradamente y un índice de desempleo y pobreza que no tienen comparación respecto a su pasado post-zarista.

China y otros estados obreros deformados

A pesar de la destrucción de la Unión Soviética, aun un cuarto de la población mundial vive sin la influencia directa del capitalismo. China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba conservan su economía planeada y centralizada. Pero como la URSS en su momento, tienen el lastre de una burocracia parásita a la cabeza del estado obrero.

China merece especial atención por ser el gran centro proletario del mundo, a pesar de las influencias de capitales externos e internos, la base de la economía china permanece colectivizada. La burocracia de Beijing hace veces de contratista para los imperialistas y tarde o temprano el pueblo chino deberá decidir entre una revolución política proletaria para abrir camino al socialismo o abrirse al capitalismo voraz y la explotación imperialista.

Cuba, un animal diferente, siguió un proceso diverso, pero cuenta también con una burocracia similar que ha derivado en contradicciones análogas a las soviéticas y chinas. En aras de un futuro socialista es necesario también en Cuba, el deshacerse del burocratismo parásito haciendo a cada uno de los cubanos parte de esa burocracia, es decir, que el pueblo tome el poder en sus manos y empuje los alcances de la revolución a los países vecinos para influenciar proletariados como el mexicano que servirían de ayuda no solo al pueblo cubano, sino que podría ayudar a despertar la conciencia del proletariado estadounidense.

Críticos en el pensamiento marxista, y desarrollados con amplitud por León Trotsky, son los conceptos de internacionalismo y la independencia del proletariado. El primero demostrado negativamente, como ya hemos visto, con la URSS y otros estados obreros que apenas subsisten ante la acecha imperialista. Cuba y China, por ej., se beneficiarían inmensamente poniendo a su lado a los proletariados de países vecinos, en especial México, EEUU o Japón, que no solo defenderían lo logrado, sino que buscarían revoluciones en el propio territorio con la esperanza de alcanzar un desarrollo social similar a la vez de contribuir a la consolidación de los estados obreros actualmente deformados. Por otro lado, la independencia del proletariado expone lo equivocado de aceptar una “colaboración de clases”. Dar concesiones y participar de organizaciones de corte burgués o derivado, desde partidos políticos a movimientos sociales, no da otro resultado que terminar capitulando ante los intereses de la burguesía. Un ejemplo claro sale a flote con los frentes populares, como el de España en 1936 o la Unidad Popular de Chile en los 70s. En la actualidad el Foro Social Mundial, auspiciado por capitales que van desde la FORD Corporation, pasando por gobiernos burgueses y la misma Rockefeller Foundation, es una muestra clara de este tipo de menjunjes que no observan el problema objetivamente. Así, militantes e interesados en un mejor porvenir pierden la brújula y el ansia de un cambio radical esperanzándose en pequeñas reformas que mejoren, en el mejor de los casos, indirectamente no más allá que su entorno.

Por un futuro comunista

¿Que debemos hacer? Aparte de seguir inquiriendo, aparte de seguir nutriéndonos de verdades, aparte de seguir leyendo e investigando, aparte de seguir compartiendo, aparte de salir a discutir sobre EL SISTEMA en sí y no sólo sobre lo que de él se deriva... ¡Debemos organizarnos! La historia demuestra que las ocasiones para tomar el poder no son numerosas, pero aun así nunca avisan y debemos estar preparados. Tener un programa para poner en práctica en la eventualidad de una oportunidad revolucionaria es más que un deber.

La burguesía no es solamente propietaria de los medios de producción sino que también tiene todo un aparato de represión llamado Estado: cárceles, policía, poder judicial, fuerzas armadas, y todo lo demás. Se necesita un contrapeso para vencerlo y eso es un Partido de Vanguardia. No un partido que luche por administrar el Estado burgués, pero que busque deshacerlo poniendo al proletariado a la cabeza de las demás clases oprimidas, desechando el sistema actual para ir, paso a paso, construyendo las bases para una mejor sociedad, sin clases, sin explotación, sin desigualdades y que permita al ser humano una verdadera evolución. Las condiciones materiales, tanto tecnológicas como económicas ¡ya existen!

El proletariado, en el corazón del proceso productivo, es la única clase con la fuerza necesaria para lograr un cambio radical. Para esto es imprescindible su independencia y su entendimiento del sistema, con el marxismo como herramienta de análisis y guía de acción. Por ello la necesidad de una organización clasista que tome como ejemplo a los bolcheviques de 1917, un partido revolucionario de vanguardia.

El verdadero y único sendero hacia una libertad de la explotación, opresión, racismo, delincuencia, violencia, miseria y otros derivados de este sistema, está en el cambio radical del sistema económico que se nos impone, fuente única de los desastres de nuestra sociedad. La lucha por el socialismo, implica una lucha independiente de un proletariado organizado y conciente de que solo tomando el poder es posible cambiar las condiciones económicas que van terminando con el mundo. Si lo que se busca es un mundo mejor de forma permanente, si lo que se busca es una liberación del yugo opresor que tiene a su merced a las grandes mayorías del mundo que habitamos, entonces no hay otra forma que una revolución, un cambio en el sistema económico impulsado por una clase que actualmente tiene en su poder la fuerza productiva. Esta lucha intensa no debe admitir claudicaciones, no puede ser timorata ni permitir concesiones, ni puede soñar con parches temporales ni aceptar caridades, no debe basarse en palabrerías ni centrarse solo en un país, o se estará condenados al fracaso.

¿Entonces, se puede tomar el poder ahora? ¿Podemos hablar de un proceso revolucionario en algún país latinoamericano aparte de Cuba? la respuesta es AUN NO. Se necesita trabajar mas en despertar la conciencia, con la gente que cotidianamente interactuamos. Pero antes se debe empezar con uno mismo. No se puede hablar de revolucionario cuando uno apuesta a que Lula o Evo van a cambiar para bien o que Chávez, quien administra un estado capitalista, es un líder socialista. No se puede hablar de radicalismo cuando se espera que la policía o el gobierno nos solucionen los problemas. El Estado es la maquina que defiende a la burguesía, a quienes tienen el poder económico, a quienes dominan los medios de producción. Al mismo tiempo, el proletariado es el responsable de que estos medios funcionen, he allí el poder que se tiene pero que no se puede aprovechar aun por la pérdida de CONCIENCIA, falta de liderazgo y abundancia de oportunistas y traidores.

Debemos organizarnos y prepararnos al mismo tiempo de ir intentando concientizar a quienes muestran un interés, quitar las mascaras de quienes no hacen mas que engañar, y llamar a las cosas por su nombre. Para cambiar radicalmente la situación es necesario un mayor nivel de conciencia social y estamos muy lejos de ello aun. Y con izquierdistas y una mayoría pseudo radical que no ven mas que una reforma como solución, las cosas no son muy auspiciosas. Leer, salir de la cápsula en la que nos enfrasca el sistema, hacer uso del marxismo, aprender de la historia, debatir y organizarnos, son cosas que están al alcance de cualquier ser humano conciente, de cualquier persona que perciba que, de seguir la tendencia actual, el mundo como lo conocemos tendrá un desenlace funesto muy pronto.


Valser X
Artículo publicado en Tribuna Clasista Nº 2 (Mayo - Julio 2008)

29 jun 2008

Juicio político a los enfermeros del capitalismo

Con legítimo interés político y social, recurro ante la sociedad para ACUSAR aquellos enfermeros del capitalismo, aquellos izquierdistas “revolucionarios” -cuando no son más que corderos disfrazados de lobos- en el Cusco y en todo el mundo. Acusación que lo sustento en las consideraciones que sigue:

1º. Somos testigos de que detrás de estas luchas policlasistas (campesinos, trabajadores, estudiantes, funcionarios, etc.) por la defensa del patrimonio, patrimonio que fue “violentado” por las “nefastas leyes” 29164 y 29167, están ocultos los intereses de la pequeña burguesía local y regional. El objeto de las diferentes manifestaciones acaecidas no eran por mejorar los salarios o las condiciones de vida; sino por intereses que aparentemente están por encima de las luchas de clases. Este comportamiento político de las masas, sin duda un despropósito respecto de lo racional, solamente se enfoca en erradicar - en jerga aristotélica - la causa formal (derogatoria de las nefastas leyes) ignorando y consecuentemente soslayando la causa eficiente (valorización de capital).

. Somos concientes que: 1.- El régimen capitalista de producción se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías y la mercancía como su forma elemental (Mercado); 2.- Que sus leyes de funcionamiento se imponen con férrea necesidad, estableciéndose objetivamente; es decir sin ser meditado previamente en el intelecto. Bajo esta lógica, es evidente que los bienes del patrimonio cultural en este modo de producción, constituyen la forma elemental del capitalismo, por tanto mercancía. Por que los monumentos, edificios y muchos elementos arqueológicos, son objetos exteriores que satisfacen necesidades humanas - en este caso de lujo, por que deleita el espíritu -; además en estos objetos que se acreditan como valores de uso aparecen el doble carácter del trabajo. Trabajo abstracto y trabajo útil, descripciones que se subsumen perfectamente en el tipo económico, en la categoría económica de mercancía. Machupicchu por ejemplo, si bien es cierto que fue construido al rededor del siglo XV en el que hubo despliegue de energía humana, este no lo hacia mercancía, pero con el advenimiento del capitalismo, a este trabajo humano ya inútil, se le dio esencia de si misma y la convirtió en mercancía, todo la fuerza de trabajo invertida por los arqueólogos, la publicidad, los operadores de turismo, restaurantes, transportes, etc crean en este un valor; pero se disponen proporcionalmente entre toda la burguesía que invirtió su capital. Todavía no es de uno solo debido al gran valor que acumulo. Es por eso que aun se requiere de la intervención del estado, su administrador.

POR LO EXPUESTO:
En razón de que no hay un análisis científico, racional, por parte de los adalides populares – quienes soliviantan los movimientos policlasistas la tarea de los revolucionarios debe ser:• No respaldar las recetas de los enfermeros del capitalismo, por que simplemente se limitan a luchar dentro de la pequeña política al querer derogar una Ley, cuando las leyes del valor rompen con cualquier regionalismo o barreras locales por la satisfacción de su necesidad.• Desarrollar la práctica revolucionaria – teórica y política – y de esa manera dar una explicación racional y verdadera, a los fenómenos de la superficie del sistema, basada en leyes económicas inmanentes al capitalismo. Para propagandizar y así desarrollar la conciencia de la clase asalariada como sujeto verdaderamente revolucionario.

AGREGO QUE:
• Toda formación económico social es histórico y por tanto tiene categorías especificas que se desarrollan en su seno como “mercancía”, “valor” y otros que tengan necesariamente a desaparecer en un nuevo modo de producción.

• El capitalismo de NECESIDAD ha pasado a una POSIBILIDAD, un simple existente, despojado de esencia y por tanto contingente, por que ya no depende de si mismo, sino de lo que el proletariado este dispuesto a hacer con el, mantener sus cadenas o destruirlas y instaurar una nueva sociedad socialista.

• Los movimientos policlasistas tienen por objeto adormecer al proletariado respecto de su función histórica, bajo consignas irreales como: ¡machupicchu el pueblo te defiende!, ¡machupicchu no es mercancía, es maravilla!, ¡abajo el gobierno vende patria!; y otras afloraciones del sentimentalismo regional, patriótico; que dejan intangible el modo de producción actual.

"El reino de la libertad sólo comienza donde termina el trabajo determinado por la necesidad y las consideraciones mundanas" (Marx)

VICTOR RAUL
CENTRO DE INVESTIGACION MARXISTA - CUSCO
cim_cusco@hotmail.com

25 may 2008

Cuáles son las Ideas Socialistas (II)

“El ‘marxismo’ vulgar se creó un esquema de la evolución histórica según el cuál toda sociedad burguesa conquista tarde o temprano un régimen democrático, a la sombra del cual el proletariado, aprovechándose de las condiciones creadas por la democracia, se organiza y educa poco a poco para el socialismo. (...) consideraban a la democracia y al socialismo, en todos los pueblos, como dos etapas de la evolución de la sociedad no sólo independientes, sino lejanas una de otra. (...) La teoría de la revolución permanente, resucitada en 1905, declaró la guerra a estas ideas, demostrando que los objetivos democráticos de las naciones burguesas atrasadas, conducían, en nuestra época, a la dictadura del proletariado, y que ésta ponía a la orden del día a las reivindicaciones socialistas. En esto consistía la idea central de la teoría.”
“El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales; pero no puede contenerse en ellas. (...) La revolución internacional representa de suyo, pese a todos los reflujos temporales, un proceso permanente.”

León Trotsky - La Revolución Permanente.

En defensa del Marxismo
Los partidos reformistas, de origen obrero pero con una conducción burocrática pequeñoburguesa, son partidos “obrero-burgueses”, puesto que a pesar de su origen proletario defienden un programa político burgués. Son pues “socialistas” burgueses. Algunos de ellos son herederos de la II Internacional socialpatriótica, otros de la III Internacional stalinizada, y algunos más están relacionados con ese tipo de partidos y gobiernos. En suma, todas las organizaciones reformistas son enemigas de la revolución socialista y partidarias del Estado burgués capitalista.

Frente a ellos se alza, al interior del movimiento obrero y popular, el programa marxista histórico, el programa de la Revolución Proletaria Socialista Mundial. Para que el inicio del camino socialista pueda ocurrir, para que el proletariado llegue a tome el poder, el programa de la Revolución Socialista debe fundirse con la movilización de las masas explotadas. Introducir ese programa en el movimiento de la clase obrera y el pueblo, esa es la tarea de los marxistas.
El programa marxista es el resultado dialéctico de la experiencia histórica del proletariado en el terreno de la lucha de clases mundial, desde la época del capitalismo librecambista hasta el avanzado estadio del capitalismo imperialista en que nos encontramos. No existiría marxismo hoy sin la incorporación de las lecciones revolucionarias que nos proporciona la historia, y esto es precisamente algo que el reformismo, como factor histórico contrarrevolucionario, está interesado en impedir: mutilar, tergiversar, falsificar el marxismo, ese es el rol histórico del reformismo. Defender los principios y el programa, conquistados en 160 años de marxismo, es la misión de los revolucionarios comunistas.

Si alguna gigantesca lección nos dejó el siglo XX, esa ha sido que la concepción de la revolución proletaria de Marx, como una revolución social permanente, era científicamente correcta. La única verdadera revolución proletaria victoriosa de la historia, la Revolución Rusa, inicia la sucesión de esas demostraciones históricas. Lenin y Trotsky, liderando al Partido Bolchevique, llevan a cabo lo que, en el desarrollo reallizado por Trotsky, es la teoría y el programa de la Revolución Permanente. El Partido Bolchevique, partido obrero revolucionario construido bajo las concepciones leninistas, dirigió una ofensiva internacionalista de clase para la revolución mundial.

El poder obrero revolucionario en la URSS, fue sin embargo traicionado, saboteado. La República de los Consejos Obreros y Campesinos, o Soviets, es socavada por la burocracia soviética, nueva casta privilegiada que expropia el poder a los trabajadores y vive usufructuando el producto del trabajo de las masas. Los soviets, órganos de poder proletario, fundamentos del Estado Obrero levantado sobre las ruinas del Estado Burgués, son desnaturalizados y corrompidos para servir de mascarada al terror con que la burocracia ejerce su dictadura, en sustitución de la democracia proletaria. El Estado Obrero Revolucionario deviene un Estado Obrero Degenerado. El Partido Bolchevique - dirección del Estado - es destruido como partido leninista, para ser suplantado por un aparato burocrático al servicio de una dictadura contrarrevolucionaria. La más alta expresión política de la burocracia soviética resulta siendo la camarilla de Stalin. La defensa del marxismo y de la revolución proletaria mundial encontraron entonces su valuarte en Trotsky y sus camaradas, y en miles de obreros combativos honestos, que en adelante serán masacrados por el terror estaliniano.

La contrarrevolución burocrática fue el camino a la destrucción del Estado Obrero y a la restauración del Estado Capitalista. Al no producirse una revolución política antiburocrática en los estados obreros aparecidos durante el siglo XX, la restauración capitalista se produjo finalmente en la mayoría de esos estados a principios de los años 90. La política contrarrevolucionaria de la burocracia fue resueltamente enfrentada por los trotskistas en todos los terrenos de la lucha, condensándose en el terreno programático. Las teorías reformistas de “el socialismo en un sólo país” y de la “revolución por etapas” fueron combatidas con la Revolución Permanente. En medio de la lucha contra el fascismo, Trotsky y los revolucionarios llamaron a enfrentarlo con la Revolución Socialista, mientras el stalinismo capitulaba mediante los Frentes Populares con la burguesía y causaba la derrota del proletariado internacional. Una vez que el stalinismo termina de destrozar a la III Internacional como organización de combate de la clase obrera mundial, los herederos del bolchevismo, los trotskistas, fundan la IV Internacional en setiembre de 1938.

En el Perú, como en otros muchos lugares, el partido obrero se gesta señalado con el estigma stalinista. Mariátegui, de formación marxista no muy sólida, de simpatías por el “sindicalismo revolucionario” francés y por ciertas ideas de intelectuales no marxistas como Nietzsche, Croce o Gobetti, le imprime una identidad centrista de izquierda al “Comité Organizador del Partido Socialista del Perú”, constituido en octubre de 1928. Al año siguiente, y pese a su gran admiración hacia Trotsky, Mariátegui no se enfrenta a la expulsión de éste de la URSS, ejecutada por Stalin. Sin embargo, aún con el crédito político que Mariátegui le otorgaba al aparato centrista burocrático stalinista, también se mostraba receloso respecto a su conducción de la Comintern y a la circunstancia de tener que acatar sus dictados. A inicios de 1930, enfermo y a punto de partir a residir en Buenos Aires, debe aceptar con desagrado la nueva política de sujeción al Kremlin impuesta por Eudocio Ravines. Pocas semanas después, Mariátegui muere y Ravines anuncia el nacimiento oficial del “Partido Comunista” estalinizado.

La creación de aquél PC, aparato oportunista y apéndice de los intereses de la burocracia soviética, determina la inexistencia del partido revolucionario de la clase obrera en el Perú. Como en el resto del mundo, la tragedia del proletariado peruano puede resumirse en la inexistencia de su instrumento político marxista, de su partido obrero de programa comunista, el único capaz de conducirlo a la victoria contra la clase enemiga. Hoy como antes, la teoría y el programa revolucionarios sólo pueden encarnar en el partido revolucionario leninista, sin sustitutos posibles. No en el partido oportunista electorero ni en el aparato oportunista armado. Sólo en el partido leninista insurreccionalista, sección de una Internacional obrera revolucionaria, y no en los partidos stalinista, maoísta, guevarista, mariateguista o similares.

Contra el oportunismo, por la Revolución Socialista Mundial Lenin se expresaba así del oportunismo revisionista: “Determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar estos intereses cardinales en aras de las ventajas reales o supuestas del momento: esa es la política revisionista” “Los jefes de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesía, que los mantenía de manera directa o indirecta. Marx se granjeó el odio, que le honra, de estos canallas, por haberles tildado públicamente de traidores. (...) La victoria del proletariado revolucionario es imposible sin luchar contra este mal, sin desenmascarar, poner en la picota y expulsar a los jefes oportunistas socialtraidores; esa es la política que ha aplicado, precisamente, la III Internacional.”

Al comenzar este nuevo siglo, el oportunismo antileninista continúa dominando las organizaciones obreras y populares de masas, como de costumbre a través de la negación de la democracia proletaria en ellas. Su estrategia de sostenimiento del Estado Capitalista en todo el mundo, mantiene atados a los trabajadores a los intereses de las burguesías nacionales y de los distintos imperialismos. En los últimos años, por ejemplo, el reformismo organizó sus propósitos en torno a una nueva red internacional sindical – social del stalinismo y la izquierda burguesa: el Forum Social Mundial. El FSM ha vinculado al movimiento obrero, al movimiento campesino, a las ONGs y a las iglesias, es decir constituyó una alianza frentepopulista de las direcciones stalinistas y socialdemócratas junto a sectores de las burguesías semicoloniales e incluso ligadas al imperialismo (como la ATTAC francesa).

El papel del FSM y sus representaciones continentales y nacionales fue impedir la revolución proletaria mundial, fortaleciendo a las fracciones burguesas semicoloniales debilitadas por el imperialismo, y por esta vía fortalecer a las fracciones imperialistas europeas, principalmente vinculadas a la socialdemocracia, y a las fracciones burguesas norteamericanas ligadas al Partido Demócrata de los EEUU. En América Latina, las estrellas del FSM han sido: Castro, entregando la economía cubana a capitalistas europeos y yanquis, aliado a políticos demócratas y republicanos; Lula, sirviendo al FMI y atacando a los obreros y campesinos brasileños en su seguridad social, sus jubilaciones y protegiendo a los hacendados; Kirchner, Chávez, Lagos, Gutiérrez, Evo Morales, Tabaré Vásquez, Ortega, Handal, Marín, las FARC, y sus demás congéneres “antineoliberales”, todos finalmente serviles al FMI y al imperialismo, todos paladines de la democracia “participativa”, “social” y “popular” capitalista.

Sin embargo, como parte de su lucha nacional e internacional antiburguesa, el proletariado debe practicar el Frente Único de clase, y los revolucionarios deben golpear al enemigo conjuntamente con las corrientes burocráticas traidoras, cuando éstas se vean obligadas a hacerlo, pero marchando separadamente de ellas. En ese proceso la lucha consecuente de los revolucionarios los debe llevar a conquistar la dirección del movimiento de masas. Por eso también los revolucionarios defendemos a los estados obreros degenerados contra el enemigo imperialista, al mismo tiempo que enfrentamos a esas burocracias restauracionistas y luchamos por soviets obreros y campesinos que las derroquen. En todos los países luchamos en los organismos de frente único como los sindicatos, para eliminar su burocracia, defender su independencia del Estado, conquistar la democracia obrera, e impulsar embriones de poder como las asambleas populares, los comités de fábrica, piquetes de huelga, comités zonales y toda forma de organización antiburocrática que eleve el nivel de combatividad de la clase.

Nuestra época de crisis, guerras y revoluciones, mantiene en vigencia el programa internacional de los revolucionarios. En el plano del combate antiimperialista mundial los revolucionarios nos colocamos siempre en la trinchera militar de la nación oprimida atacada por el imperialismo. Pero en el curso de este enfrentamiento, luchamos por una dirección proletaria de la guerra antiimperialista, que la transforme en el inicio de la revolución socialista, tanto en los países agredidos como en los agresores. Para lo cuál la clase obrera de los países imperialistas debe romper con sus burguesías y aliarse al proletariado de los países semicoloniales. En ese combate recurrimos a la unidad de acción antiimperialista con fuerzas de otras clases, pero oponiéndonos a todo frente político con cualquier corriente burguesa, pues en última instancia todas las burguesías semicoloniales son proimperialistas. El nacionalismo burgués y pequeñoburgués claudica siempre en la lucha antiimperialista; la única clase capaz de derrotar al imperialismo en el mundo es la clase obrera, dirigiendo a los oprimidos y estableciendo sus gobiernos obreros y populares.
La prueba de esas traiciones nos la brinda la inconsecuencia de las burguesías árabes, iraní, kurda y palestina, que se arrodillan ante el imperialismo, ante la ONU y ante el sionismo. Sólo la destrucción del Estado de Israel puede abrir el camino a la paz en Medio Oriente y hacer posible una Palestina democrática y revolucionaria y socialista, dentro de una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente. En América Latina, nuestro movimiento obrero, campesino y popular debe asumir la tarea de forjar la unidad con el movimiento obrero norteamericano. En esta unidad está la clave de la revolución socialista continental y del rumbo hacia una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina y de todo el continente. En los países imperialistas, el proletariado se encuentra frente a la urgencia histórica de derrocar a las burguesías y establecer su dictadura, marchando en los países europeos hacia los Estados Unidos Socialistas de Europa. Por medio de la defensa de su independencia política frente a las burguesías imperialistas y lacayas del imperialismo, el proletariado podrá avanzar hacia la revolución socialista, defendiendo también en ese camino los derechos y libertades de todo el proletariado inmigrante, el derecho de autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos, la independencia de todas las colonias y protectorados existentes y la libertad de todos los presos antiimperialistas del mundo.
Contra la estrategia reformista de la capitulación permanente, se yergue la estrategia marxista de la Revolución Permanente. La estrategia del leninismo-trotskismo, del marxismo de hoy. “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la dirección revolucionaria”, proclamaba el Programa de Transición de la IV Internacional. En la lucha por resolver esa crisis de dirección internacional, en el proceso de construcción de esa nueva dirección revolucionaria comunista, los trotskistas elaboramos el programa de acción internacionalista difundido en este escrito.
Para la revolución proletaria y el establecimiento de un Estado Obrero en éste y en cualquier país, hay que desarrollar, centralizar y armar a los organismos de autoorganización de las masas, los consejos obreros y populares, en función de la democracia obrera, del poder obrero y de la insurrección. Ni el pacifismo ni el aventurerismo militar, concepciones pequeñoburguesas ambas, conducirán jamás a la dictadura del proletariado. Los embriones de poder proletario como las Asambleas Populares, deberán contar con sus estructuras de Autodefensa de Masas. En el proceso de la lucha, a medida que los nuevos órganos de poder toman cuerpo, el desarrollo de la autodefensa genera unas Milicias obreras y populares, como extensión armada de los organismos de democracia proletaria. Estas asumen la gran tarea de ejecutar la insurrección, dividir y destruir a la Policía y a las Fuerzas Armadas de la burguesía, y tomar todo el poder para las masas trabajadoras.
Así cumplen los trabajadores con su misión histórica de alcanzar el poder bajo la dirección de su partido obrero revolucionario, sección de una Internacional obrera revolucionaria, el gran Partido Mundial de la Revolución Socialista. En la lucha por la construcción de una Internacional leninista-trotskista, los revolucionarios de todos los países debemos rescatar - por encima de los más de cincuenta años de revisionismo y subordinación del centrismo seudotrotskista al reformismo – el extraordinario ejemplo de la Izquierda de Zimmerwald leninista, que rompiendo con la aplastante mayoría socialtraidora del “socialismo” oficial, supo marchar con decisión y valor, junto a las masas revolucionarias, por el camino consecuente de la revolución proletaria mundial.

¡Forjar el partido obrero revolucionario de la Internacional obrera revolucionaria, para la Revolución Socialista Mundial!

Artículo publicado por Tribuna Clasista Nº 2 (Mayo - Julio 2008)
Escrito por Sergio Bravo
Colectivo Revolución Permanente en el Perú