25 may 2008

Cuáles son las Ideas Socialistas (II)

“El ‘marxismo’ vulgar se creó un esquema de la evolución histórica según el cuál toda sociedad burguesa conquista tarde o temprano un régimen democrático, a la sombra del cual el proletariado, aprovechándose de las condiciones creadas por la democracia, se organiza y educa poco a poco para el socialismo. (...) consideraban a la democracia y al socialismo, en todos los pueblos, como dos etapas de la evolución de la sociedad no sólo independientes, sino lejanas una de otra. (...) La teoría de la revolución permanente, resucitada en 1905, declaró la guerra a estas ideas, demostrando que los objetivos democráticos de las naciones burguesas atrasadas, conducían, en nuestra época, a la dictadura del proletariado, y que ésta ponía a la orden del día a las reivindicaciones socialistas. En esto consistía la idea central de la teoría.”
“El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales; pero no puede contenerse en ellas. (...) La revolución internacional representa de suyo, pese a todos los reflujos temporales, un proceso permanente.”

León Trotsky - La Revolución Permanente.

En defensa del Marxismo
Los partidos reformistas, de origen obrero pero con una conducción burocrática pequeñoburguesa, son partidos “obrero-burgueses”, puesto que a pesar de su origen proletario defienden un programa político burgués. Son pues “socialistas” burgueses. Algunos de ellos son herederos de la II Internacional socialpatriótica, otros de la III Internacional stalinizada, y algunos más están relacionados con ese tipo de partidos y gobiernos. En suma, todas las organizaciones reformistas son enemigas de la revolución socialista y partidarias del Estado burgués capitalista.

Frente a ellos se alza, al interior del movimiento obrero y popular, el programa marxista histórico, el programa de la Revolución Proletaria Socialista Mundial. Para que el inicio del camino socialista pueda ocurrir, para que el proletariado llegue a tome el poder, el programa de la Revolución Socialista debe fundirse con la movilización de las masas explotadas. Introducir ese programa en el movimiento de la clase obrera y el pueblo, esa es la tarea de los marxistas.
El programa marxista es el resultado dialéctico de la experiencia histórica del proletariado en el terreno de la lucha de clases mundial, desde la época del capitalismo librecambista hasta el avanzado estadio del capitalismo imperialista en que nos encontramos. No existiría marxismo hoy sin la incorporación de las lecciones revolucionarias que nos proporciona la historia, y esto es precisamente algo que el reformismo, como factor histórico contrarrevolucionario, está interesado en impedir: mutilar, tergiversar, falsificar el marxismo, ese es el rol histórico del reformismo. Defender los principios y el programa, conquistados en 160 años de marxismo, es la misión de los revolucionarios comunistas.

Si alguna gigantesca lección nos dejó el siglo XX, esa ha sido que la concepción de la revolución proletaria de Marx, como una revolución social permanente, era científicamente correcta. La única verdadera revolución proletaria victoriosa de la historia, la Revolución Rusa, inicia la sucesión de esas demostraciones históricas. Lenin y Trotsky, liderando al Partido Bolchevique, llevan a cabo lo que, en el desarrollo reallizado por Trotsky, es la teoría y el programa de la Revolución Permanente. El Partido Bolchevique, partido obrero revolucionario construido bajo las concepciones leninistas, dirigió una ofensiva internacionalista de clase para la revolución mundial.

El poder obrero revolucionario en la URSS, fue sin embargo traicionado, saboteado. La República de los Consejos Obreros y Campesinos, o Soviets, es socavada por la burocracia soviética, nueva casta privilegiada que expropia el poder a los trabajadores y vive usufructuando el producto del trabajo de las masas. Los soviets, órganos de poder proletario, fundamentos del Estado Obrero levantado sobre las ruinas del Estado Burgués, son desnaturalizados y corrompidos para servir de mascarada al terror con que la burocracia ejerce su dictadura, en sustitución de la democracia proletaria. El Estado Obrero Revolucionario deviene un Estado Obrero Degenerado. El Partido Bolchevique - dirección del Estado - es destruido como partido leninista, para ser suplantado por un aparato burocrático al servicio de una dictadura contrarrevolucionaria. La más alta expresión política de la burocracia soviética resulta siendo la camarilla de Stalin. La defensa del marxismo y de la revolución proletaria mundial encontraron entonces su valuarte en Trotsky y sus camaradas, y en miles de obreros combativos honestos, que en adelante serán masacrados por el terror estaliniano.

La contrarrevolución burocrática fue el camino a la destrucción del Estado Obrero y a la restauración del Estado Capitalista. Al no producirse una revolución política antiburocrática en los estados obreros aparecidos durante el siglo XX, la restauración capitalista se produjo finalmente en la mayoría de esos estados a principios de los años 90. La política contrarrevolucionaria de la burocracia fue resueltamente enfrentada por los trotskistas en todos los terrenos de la lucha, condensándose en el terreno programático. Las teorías reformistas de “el socialismo en un sólo país” y de la “revolución por etapas” fueron combatidas con la Revolución Permanente. En medio de la lucha contra el fascismo, Trotsky y los revolucionarios llamaron a enfrentarlo con la Revolución Socialista, mientras el stalinismo capitulaba mediante los Frentes Populares con la burguesía y causaba la derrota del proletariado internacional. Una vez que el stalinismo termina de destrozar a la III Internacional como organización de combate de la clase obrera mundial, los herederos del bolchevismo, los trotskistas, fundan la IV Internacional en setiembre de 1938.

En el Perú, como en otros muchos lugares, el partido obrero se gesta señalado con el estigma stalinista. Mariátegui, de formación marxista no muy sólida, de simpatías por el “sindicalismo revolucionario” francés y por ciertas ideas de intelectuales no marxistas como Nietzsche, Croce o Gobetti, le imprime una identidad centrista de izquierda al “Comité Organizador del Partido Socialista del Perú”, constituido en octubre de 1928. Al año siguiente, y pese a su gran admiración hacia Trotsky, Mariátegui no se enfrenta a la expulsión de éste de la URSS, ejecutada por Stalin. Sin embargo, aún con el crédito político que Mariátegui le otorgaba al aparato centrista burocrático stalinista, también se mostraba receloso respecto a su conducción de la Comintern y a la circunstancia de tener que acatar sus dictados. A inicios de 1930, enfermo y a punto de partir a residir en Buenos Aires, debe aceptar con desagrado la nueva política de sujeción al Kremlin impuesta por Eudocio Ravines. Pocas semanas después, Mariátegui muere y Ravines anuncia el nacimiento oficial del “Partido Comunista” estalinizado.

La creación de aquél PC, aparato oportunista y apéndice de los intereses de la burocracia soviética, determina la inexistencia del partido revolucionario de la clase obrera en el Perú. Como en el resto del mundo, la tragedia del proletariado peruano puede resumirse en la inexistencia de su instrumento político marxista, de su partido obrero de programa comunista, el único capaz de conducirlo a la victoria contra la clase enemiga. Hoy como antes, la teoría y el programa revolucionarios sólo pueden encarnar en el partido revolucionario leninista, sin sustitutos posibles. No en el partido oportunista electorero ni en el aparato oportunista armado. Sólo en el partido leninista insurreccionalista, sección de una Internacional obrera revolucionaria, y no en los partidos stalinista, maoísta, guevarista, mariateguista o similares.

Contra el oportunismo, por la Revolución Socialista Mundial Lenin se expresaba así del oportunismo revisionista: “Determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a los acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar estos intereses cardinales en aras de las ventajas reales o supuestas del momento: esa es la política revisionista” “Los jefes de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesía, que los mantenía de manera directa o indirecta. Marx se granjeó el odio, que le honra, de estos canallas, por haberles tildado públicamente de traidores. (...) La victoria del proletariado revolucionario es imposible sin luchar contra este mal, sin desenmascarar, poner en la picota y expulsar a los jefes oportunistas socialtraidores; esa es la política que ha aplicado, precisamente, la III Internacional.”

Al comenzar este nuevo siglo, el oportunismo antileninista continúa dominando las organizaciones obreras y populares de masas, como de costumbre a través de la negación de la democracia proletaria en ellas. Su estrategia de sostenimiento del Estado Capitalista en todo el mundo, mantiene atados a los trabajadores a los intereses de las burguesías nacionales y de los distintos imperialismos. En los últimos años, por ejemplo, el reformismo organizó sus propósitos en torno a una nueva red internacional sindical – social del stalinismo y la izquierda burguesa: el Forum Social Mundial. El FSM ha vinculado al movimiento obrero, al movimiento campesino, a las ONGs y a las iglesias, es decir constituyó una alianza frentepopulista de las direcciones stalinistas y socialdemócratas junto a sectores de las burguesías semicoloniales e incluso ligadas al imperialismo (como la ATTAC francesa).

El papel del FSM y sus representaciones continentales y nacionales fue impedir la revolución proletaria mundial, fortaleciendo a las fracciones burguesas semicoloniales debilitadas por el imperialismo, y por esta vía fortalecer a las fracciones imperialistas europeas, principalmente vinculadas a la socialdemocracia, y a las fracciones burguesas norteamericanas ligadas al Partido Demócrata de los EEUU. En América Latina, las estrellas del FSM han sido: Castro, entregando la economía cubana a capitalistas europeos y yanquis, aliado a políticos demócratas y republicanos; Lula, sirviendo al FMI y atacando a los obreros y campesinos brasileños en su seguridad social, sus jubilaciones y protegiendo a los hacendados; Kirchner, Chávez, Lagos, Gutiérrez, Evo Morales, Tabaré Vásquez, Ortega, Handal, Marín, las FARC, y sus demás congéneres “antineoliberales”, todos finalmente serviles al FMI y al imperialismo, todos paladines de la democracia “participativa”, “social” y “popular” capitalista.

Sin embargo, como parte de su lucha nacional e internacional antiburguesa, el proletariado debe practicar el Frente Único de clase, y los revolucionarios deben golpear al enemigo conjuntamente con las corrientes burocráticas traidoras, cuando éstas se vean obligadas a hacerlo, pero marchando separadamente de ellas. En ese proceso la lucha consecuente de los revolucionarios los debe llevar a conquistar la dirección del movimiento de masas. Por eso también los revolucionarios defendemos a los estados obreros degenerados contra el enemigo imperialista, al mismo tiempo que enfrentamos a esas burocracias restauracionistas y luchamos por soviets obreros y campesinos que las derroquen. En todos los países luchamos en los organismos de frente único como los sindicatos, para eliminar su burocracia, defender su independencia del Estado, conquistar la democracia obrera, e impulsar embriones de poder como las asambleas populares, los comités de fábrica, piquetes de huelga, comités zonales y toda forma de organización antiburocrática que eleve el nivel de combatividad de la clase.

Nuestra época de crisis, guerras y revoluciones, mantiene en vigencia el programa internacional de los revolucionarios. En el plano del combate antiimperialista mundial los revolucionarios nos colocamos siempre en la trinchera militar de la nación oprimida atacada por el imperialismo. Pero en el curso de este enfrentamiento, luchamos por una dirección proletaria de la guerra antiimperialista, que la transforme en el inicio de la revolución socialista, tanto en los países agredidos como en los agresores. Para lo cuál la clase obrera de los países imperialistas debe romper con sus burguesías y aliarse al proletariado de los países semicoloniales. En ese combate recurrimos a la unidad de acción antiimperialista con fuerzas de otras clases, pero oponiéndonos a todo frente político con cualquier corriente burguesa, pues en última instancia todas las burguesías semicoloniales son proimperialistas. El nacionalismo burgués y pequeñoburgués claudica siempre en la lucha antiimperialista; la única clase capaz de derrotar al imperialismo en el mundo es la clase obrera, dirigiendo a los oprimidos y estableciendo sus gobiernos obreros y populares.
La prueba de esas traiciones nos la brinda la inconsecuencia de las burguesías árabes, iraní, kurda y palestina, que se arrodillan ante el imperialismo, ante la ONU y ante el sionismo. Sólo la destrucción del Estado de Israel puede abrir el camino a la paz en Medio Oriente y hacer posible una Palestina democrática y revolucionaria y socialista, dentro de una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente. En América Latina, nuestro movimiento obrero, campesino y popular debe asumir la tarea de forjar la unidad con el movimiento obrero norteamericano. En esta unidad está la clave de la revolución socialista continental y del rumbo hacia una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina y de todo el continente. En los países imperialistas, el proletariado se encuentra frente a la urgencia histórica de derrocar a las burguesías y establecer su dictadura, marchando en los países europeos hacia los Estados Unidos Socialistas de Europa. Por medio de la defensa de su independencia política frente a las burguesías imperialistas y lacayas del imperialismo, el proletariado podrá avanzar hacia la revolución socialista, defendiendo también en ese camino los derechos y libertades de todo el proletariado inmigrante, el derecho de autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos, la independencia de todas las colonias y protectorados existentes y la libertad de todos los presos antiimperialistas del mundo.
Contra la estrategia reformista de la capitulación permanente, se yergue la estrategia marxista de la Revolución Permanente. La estrategia del leninismo-trotskismo, del marxismo de hoy. “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la dirección revolucionaria”, proclamaba el Programa de Transición de la IV Internacional. En la lucha por resolver esa crisis de dirección internacional, en el proceso de construcción de esa nueva dirección revolucionaria comunista, los trotskistas elaboramos el programa de acción internacionalista difundido en este escrito.
Para la revolución proletaria y el establecimiento de un Estado Obrero en éste y en cualquier país, hay que desarrollar, centralizar y armar a los organismos de autoorganización de las masas, los consejos obreros y populares, en función de la democracia obrera, del poder obrero y de la insurrección. Ni el pacifismo ni el aventurerismo militar, concepciones pequeñoburguesas ambas, conducirán jamás a la dictadura del proletariado. Los embriones de poder proletario como las Asambleas Populares, deberán contar con sus estructuras de Autodefensa de Masas. En el proceso de la lucha, a medida que los nuevos órganos de poder toman cuerpo, el desarrollo de la autodefensa genera unas Milicias obreras y populares, como extensión armada de los organismos de democracia proletaria. Estas asumen la gran tarea de ejecutar la insurrección, dividir y destruir a la Policía y a las Fuerzas Armadas de la burguesía, y tomar todo el poder para las masas trabajadoras.
Así cumplen los trabajadores con su misión histórica de alcanzar el poder bajo la dirección de su partido obrero revolucionario, sección de una Internacional obrera revolucionaria, el gran Partido Mundial de la Revolución Socialista. En la lucha por la construcción de una Internacional leninista-trotskista, los revolucionarios de todos los países debemos rescatar - por encima de los más de cincuenta años de revisionismo y subordinación del centrismo seudotrotskista al reformismo – el extraordinario ejemplo de la Izquierda de Zimmerwald leninista, que rompiendo con la aplastante mayoría socialtraidora del “socialismo” oficial, supo marchar con decisión y valor, junto a las masas revolucionarias, por el camino consecuente de la revolución proletaria mundial.

¡Forjar el partido obrero revolucionario de la Internacional obrera revolucionaria, para la Revolución Socialista Mundial!

Artículo publicado por Tribuna Clasista Nº 2 (Mayo - Julio 2008)
Escrito por Sergio Bravo
Colectivo Revolución Permanente en el Perú

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