18 feb 2010

Sobre la Independencia Política del Proletariado (II):

“En las condiciones de la época imperialista, la revolución nacional-democrática sólo puede ser conducida hasta la victoria en el caso de que las relaciones sociales y políticas del país de que se trate hayan madurado en el sentido de elevar al proletariado al Poder como director de las masas populares. ¿Y si no es así? Entonces, la lucha por la emancipación nacional dará resultados muy exiguos, dirigidos enteramente contra las masas trabajadoras...”
(“La Revolución Permanente” 1930 – L. Trotsky)

El carácter de clase del nacionalismo
La “sagrada” unidad nacional, entendida como la unión de todas clases bajo el mando de la burguesía, es hoy en día uno de los mayores obstáculos para la Revolución Proletaria debido a que constituye una grave infección ideológica fuertemente arraigada en un número considerable de trabajadores, entorpeciendo su maduración política y atrayéndolos a diferentes formas de colaboración de clases.

Los discursos nacionalistas en múltiples oportunidades han conseguido cautivar a un sector importante de las masas, de hecho en Latinoamérica contamos con varios ejemplos entre los cuales el General Juan Domingo Perón (Argentina) destaca como uno de los más eficientes caudillos burgueses por su capacidad para erigir un bloque policlasista muy bien ensamblado que congregó a sectores de la media y pequeña burguesía, obreros organizados, trabajadores rurales e incluso algunos militares, sin duda todo un modelo a seguir para otros milicos populistas como el General Líber Seregni (Uruguay) fundador y primer presidente del “Frente Amplio” (1971) o el General Juan José Torres González (Bolivia) quien en 1970 ascendiera al poder gracias a un levantamiento popular conformado por organizaciones obreras y campesinas, el movimiento estudiantil y un sector de la milicia, curiosamente el popular "J J" bautizó a esta alianza como “los cuatro pilares de la revolución”, sin embargo su breve gobierno sólo sirvió de antesala al régimen ultrareaccionario del General Hugo Banzer (1971). Y como dejar de mencionar al General Juan Velasco Alvarado (1968) supuesto artífice de la gran reforma agraria peruana, que en realidad sólo benefició a los colonos de las grandes haciendas y a comunidades organizadas que años antes ya habían tomado las tierras, mientras que la mayor parte del campesinado continuó sumido en la miseria, pero el mito Velasquista persiste hasta nuestros días e incluso electoralmente todavía resulta redituable.

A pesar de que la historia ha demostrado que el nacionalismo burgués es incompatible con los intereses de los trabajadores, no es nada raro que este tipo de propuestas aun gocen de aceptación entre las masas si tenemos en cuenta que gran parte del trabajo ideológico ya está hecho por el sistema educativo vigente, mismo que inocula en nuestros niños y jóvenes la ilusión de que es posible hermanar a explotadores y explotados; por lo tanto todo revolucionario consecuente debe combatir enérgicamente el lastre ideológico nacionalista, dejando bien claro ante las masas que la distinción entre los hombres deviene de la posición de clase que ocupan dentro de las relaciones sociales de producción y que la única alternativa de progreso para la humanidad es enarbolar un estandarte que agrupe a todos los trabajadores del mundo en su marcha triunfante hacia la construcción de una nueva sociedad.

Combatir el frentepopulismo:
La experiencia del siglo XX ha demostrado que las alianzas con sectores “progresistas” burgueses en nada contribuyen a la emancipación de los trabajadores, por el contrario corrompen sus organizaciones y obstaculizan el proceso de polarización política de clases. Esto se explica porque los llamados frentes populares no son otra cosa que una forma de dominio burgués cuya principal característica es que una capa de la burocracia sindical y los partidos reformistas colaboran con ciertos sectores de la burguesía y son admitidos dentro su maquinaria estatal, los traidores justifican su proceder con argumentos bien conocidos como: “Conquistar espacios de poder”, “desgastar el dominio de la burguesía”, “ganar tiempo para organizar a la clase obrera”, etc. etc.

Es bien sabido que el capitalismo siendo un sistema anárquico constantemente se ve remecido por sobresaltos económicos, sociales y políticos que en ocasiones colocan a la burguesía en serios aprietos; es que cuando las masas movilizadas consiguen amenazar su hegemonía los capitalistas pueden ser incapaces de colocar en el poder a uno de sus agentes directos, más aun el fraude electoral (práctica muy frecuente) podría resultar contraproducente ya que imponer un gobierno impopular serviría como catalizador de la insurgencia.

Es en escenarios como éste que la burguesía astutamente decide valerse de organizaciones y representantes de los trabajadores con quienes establece alianzas que desorientan y adormecen al movimiento obrero y popular. Ante esta situación y consecuentemente con los principios más elementales del marxismo, los comunistas debemos ejercer una implacable oposición a la traición de reformistas y burócratas que pintándose la cara de rojo confabulan contra sus bases desplegando políticas totalmente reaccionarias.

PERÚ: electoralismo reformista
En el Perú han proliferado los aparatos traidores que por desgracia poseen cierta influencia en el movimiento popular: tenemos a la “Coordinadora Político Social” en la que convergen el nacionalismo humalista, la burocracia sindical y el putrefacto despojo de la vieja izquierda estalinista; así también en noviembre de 2008 surgió la voceada “Asamblea Nacional de los Pueblos” que sirvió de palestra propagandística al candidato Ollanta Humala y no contribuyó en nada con la creación de organismos de poder proletario y campesino. Es en esa misma línea política que el recientemente creado “Frente Nacional por la Vida y la Soberanía”, donde se inscriben organizaciones como la CPS (PNP, CGTP, CUT PERÚ, CNA, UFREP, CONAFREP, FEP…) AIDESEP, CAOI UNCA, CONQA y con todos ellos los falsos socialistas, hizo un llamado “a las fuerzas democráticas, progresistas y sociales a participar en la jornada de lucha en defensa de la vida y la soberanía” (refiriéndose a la movilización del 11 de junio); levantando como sus más “radicales” demandas la “vacancia presidencial” y la “convocatoria a una Asamblea Constituyente”, ambas clásicas medidas reformistas destinadas a sostener al Estado burgués cuando este comienza a sufrir los embates de las masas radicalizadas. Los levantamientos populares en Moquegua, Canchis (2008) y Bagua (2009) son muestras de la creciente disposición insurgente entre los explotados, por lo que tales demandas engarzan perfectamente con la actitud pacifista y traidora de la burocracia oportunista que coaligada con el nacionalismo sólo tiene en la mira los próximos procesos electorales (2010 - 2011) y de ser posible adelantar la elección presidencial.

Promover la alianza entre el Proletariado y los Explotados en contra de toda la burguesía
La lucha por crear el poder de los trabajadores no pasa por la alianza con sectores burgueses nacionalistas debido a que su posición en apariencia antiimperialista deriva de motivaciones incompatibles con los intereses del proletariado; la clase obrera tiene entre sus verdaderos aliados al campesinado empobrecido y a todas las etnias sumidas en la más profunda miseria y exclusión. Hoy que los explotados comienzan a asumir intuitivamente una posición hostil a la burguesía es el momento de dotarlos de un programa político que les permita construir progresivamente su poder, promoviendo la organización de verdaderas Asambleas Populares (en cada departamento, provincia, distrito y comunidad) centralizadas en una Asamblea Popular Nacional.

Compañeros, en los últimos meses las masas han demostrado solo una pequeña parte de toda su capacidad combativa, es obligación de la vanguardia brindarle una dirección consciente pero antes debe vencer su dispersión para estar en condiciones de extirpar a los viejos revisionistas y sepultarlos definitivamente.

Agosto 2009

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