18 feb 2010

POLÍTICA MARXISTA: POLÍTICA REVOLUCIONARIA

Leemos en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels (1848) que el movimiento proletario es el movimiento independiente de la inmensa mayoría en favor de la inmensa mayoría”. Sin embargo, aunque el movimiento de las masas explotadas de cualquier punto del planeta se ha elevado tantas veces en la historia a la altura de la lucha frontal y definitoria contra su enemigo burgués, casi nunca ha logrado constituirse en poder estatal y engendrar una sociedad en camino a la desaparición de las clases. ¿Dónde hallar la explicación a la envergadura de esas derrotas? Ciertamente en el abandono de aquella premisa fundamental del movimiento de los trabajadores: la independencia política de clase.

En 1871, el proletariado se atrevió por primera vez a adueñase del poder en la ciudad de París, en lo que fue conocido como “la Comuna”. Dos meses después, pagó con miles de asesinados su derrota frente al enemigo. Pues si hay algo que la clase dominante no puede perdonar, a riesgo de su existencia misma, es que los oprimidos creen sus propias organizaciones, las conviertan en escuelas de aprendizaje político, las doten de capacidad de autodefensa y ofensiva, las transformen en organismos que se construyen como un poder alternativo al poder de todas las instituciones burguesas.

Así lo entendieron los marxistas rusos que en 1917 supieron derrocar a la nobleza terrateniente, a los capitalistas y también derrotar a sus sirvientes pequeño-burgueses, cobijados bajo el rótulo de “socialistas”. Para esto crearon un partido proletario que se trazó la meta de encabezar una revolución únicamente sobre la base de la alianza obrero-campesina, sin conciliaciones ni concesiones a cualquier sector dominante y ni a sus mayordomos de la burocracia reformista sindical y política. Para esto construyeron los “soviets” o consejos de trabajadores que se transformaron en el nuevo poder estatal proletario. Desde entonces, toda lucha de las organizaciones sindicales y populares, toda lucha partidaria o de los organismos embrionarios de poder de masas, no puede tener en definitiva otro destino que la respuesta violenta contra la violencia estructural ejercida por cualquier fracción de la burguesía.

Desafortunadamente, el siglo XX no nos fue fértil en revoluciones que engendraran un genuino poder de los trabajadores, creándose estados “socialistas” de dictadura burocrática que impulsaban la “coexistencia pacífica” con el imperialismo. Al mismo tiempo, las dirigencias de las organizaciones de masas optaron siempre por una política de seguidismo a los proyectos de tal o cual ala burguesa, por la alianza con y tras sectores autotitulados “demócratas”, “progresistas”, “populares”, “antiimperalistas”, que buscan mantener el Estado capitalista; optaron por las capitulaciones a intereses ajenos y no por el combate independiente del pueblo trabajador, por el electoralismo que los beneficia y no por la forja de nuestros organismos de poder. Así sucedió en los casos emblemáticos y trágicos de la Europa de los años '30 y '40, del Chile de Allende, de los “frentes de izquierda” en todo el mundo, y hoy sucede con los gobiernos pro-imperialistas de Lula (PT), Bachelet (PS), Tabaré Vásquez (PS), que van de la mano con el nacionalismo burgués de Chávez y Morales.

En el Perú, el programa y el caudillismo de Humala y el PNP se han convertido en el paradigma de todas las organizaciones que viven persiguiendo un liderazgo nacionalista burgués tras el cual existir, sin ningún interés por la defensa de una política independiente, clasista y revolucionaria, para el movimiento obrero y popular. Esta política pasa hoy por el impulso a la convocatoria de asambleas populares que se vayan convirtiendo en órganos de poder de los explotados, organismos capaces de movilizar a las más grandes masas, no para instalar dirigentes oportunistas en las Alcaldías, el Congreso y los Ministerios, sino para desafiar al poder de la burguesía y derrocarla; asambleas concentradas en una Asamblea Popular Nacional que unifique en una sola Huelga General las huelgas indefinidas que los pueblos realizan rebasando a sus dirigencias que los traicionan. Como en los siglos XIX y XX, sólo la lucha por el poder da verdadero sentido a todas y cada una de nuestras luchas.

“Últimamente, las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿quieren saber qué faz presenta esta dictadura? Miren a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”


Friedrich Engels, 1891

Sergio Bravo M.

EMAIL: lucha_marxista@yahoo.es

03.08.09

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